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El eterno problema del fraude fiscal

Boletín Nº15

luis_garach.png por Luis R. Garach

A veces se junta el hambre con las ganas de comer, y eso, que suele ser una realidad en nuestro país, es aplicable a muchos aspectos de la vida cotidiana.

Como todos los años, a partir del mes de abril, se inicia la temida campaña de renta, y con ella empiezan a surgir diferentes rumores sobre los criterios y métodos que, desde Hacienda, se aplican para la detección del fraude fiscal.

Los expertos hablan de una economía sumergida de entre un 20% a un 25% de nuestro PIB, pero es imposible detectar, y sólo se consigue, estimar, este tremendo pozo sin fondo. Es gratuito especular sobre este respecto, pero como es gratis, todo el mundo opina, aunque seamos sinceros, está presente en un alto porcentaje de nuestra vida diaria, aunque muchas veces, ni nos demos cuenta.

Si a todos esos “macutazos” informativos que recibimos de diferentes fuentes, les unimos, en estos momentos de incertidumbre política, la nueva campaña electoral y los diferentes tendencias que, sobre la materia, tiene cada formación política, nos encontramos con la tormenta tributaria perfecta, que queramos o no, sufriremos en nuestras propias carnes todos los contribuyentes, tarde o temprano.

Queramos reconocerlo o no, nuestra cultura tributaria sigue estando en niveles medio-bajos, y aunque siempre reaccionamos en contra de cualquier intento de fraude, a la hora de aplicarnos a nosotros mismos ese baremo, utilizamos lo que se llama la doble vara de medir: haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga.

Y en este sentido, los criterios que la AEAT lleva a la práctica para detectar determinadas conductas fraudulentas, pues suelen venir con cierta demora, lo que nos lleva a adoptar las medidas adecuadas a toro pasado, permitiendo de esta forma, aflorar mayor cantidad de fraude y por tanto, incrementar la recaudación en forma de sanciones.

El plan de prevención y detección del fraude fiscal varía casi todos los años de enfoques y criterios, tanto por la aparición de nuevas formas de elusión tributaria como por la incorporación de nuevos sistemas de control que perfeccionan mucho más, los ya de por sí existentes. Es como un repetitivo encierro de los Sanfermines pero con metas volantes: unos tratan de llegar al control indemnes o con la menor tributación posible, otros, procuran que la carrera sea lo más limpia y justa posible, y algunos victimas de su falta de pericia y descaro, son volteados y quedan desechos en el camino. Y en ello se emplean ambos bandos muy a fondo, un año tras otro.

Parece que durante gran parte del año, salvando los períodos de liquidaciones trimestrales, el tema tributario está en un segundo plano, y como dice el refrán, sólo nos acordamos de Santa Bárbara, cuando truena. Y por eso, ahora que la mayor parte de los contribuyentes tiene que retratarse y pasar por caja, pues surgen los temores y miedos económicos propios de aquellos que se encuentran en la terrible tesitura de decidir cómo o no, declarar determinados rendimientos, así como poder ocultar aquellas conductas no solidarias para con el resto de la comunidad.

Por eso cada vez que la AEAT hace público cualquiera de los criterios aplicados para la detección de conductas inadecuadas, salimos corriendo despavoridos intentando que no nos pillen. Tarde, muy tarde, por cuanto, lo que Hacienda decide comunicar algo, es porque lo lleva aplicando desde hace un determinado tiempo y lo que nos va a transmitir, pues son los resultados de los filtros aplicados.

Un par de casos que están encima de la mesa en la actualidad más latente, son los referentes a los alquileres de pisos particulares y vacacionales, así como la realización de actividades productivas en locales, aparentemente, desocupados.

En el primero de ello, uno de los aspectos donde se están centrando las actuaciones es en la detección de rendimientos de capital inmobiliario no declarados, tanto de vivienda habitual, como de viviendas o alojamientos vacacionales.

Si ya nos cuesta realizar un contrato y registrarlo oficialmente con el consabido pago de la fianza y de los impuestos correspondientes en una vivienda habitual, está claro que en el alquiler de períodos cortos (semana, quincena o mes), se hace en muy pocas ocasiones, aun con la intervención de una agencia o agente inmobiliario. Resultado en ambos casos: economía sumergida y defraudación. Si a ello le unimos la pérdida de la deducción por alquiler de vivienda habitual a partir de determinados volúmenes de ingresos, pues tenemos un problema. Muchos expertos apuestan por la reducción de las deducciones para que la tributación aumente, pero algunos opinamos (personalmente) que es mejor dejar ciertos mecanismos de deducción que permiten aflorar ciertos rendimientos más complicados de detectar, como es este caso.

¿Cómo actúa Hacienda en este sentido? Además de con las herramientas lógicas puestas a su servicio: movimientos bancarios recurrentes, control de consumo de agua, electricidad, gas, teléfono, etc., ahora también investiga en la red, y recurre a revisar anuncios publicitarios donde se ofertan dichos alojamientos, y a los intermediarios que se prestan en oscurecer dichos rendimientos. Si, señores, la red es también una poderosa herramienta de detección de fraude, y como tal, se utiliza con unos resultados por ahora muy decentes. Que se lo digan a todos los que han pillado por anunciarse en redes sociales, aparentemente benévolas con ciertas conductas, y después han recibido con tremendo desasosiego, las pruebas de su defraudación.

En la misma línea de investigación, y casi con las mismas herramientas, la AEAT detecta la realización de actividades empresariales fraudulentas no declaradas. ¿Cómo? En primer lugar mediante la medición de consumos declarados en las compañías de suministro energético, y en segundo lugar, y esto ya viene de años atrás, mediante el afloramiento de rendimientos económicos no declarados en personas cuyo tren de vida no corresponde con sus ingresos tributarios, lo que llamamos coloquialmente, signos externos de enriquecimiento. Algo ha cambiado en este sentido con la reducción de la utilización de efectivo en el tráfico comercial, pero se siguen viendo auténticas barbaridades. Y no se pilla a más gente por falta de recursos humanos en los órganos de inspección tributaria, aunque ello se consigue tanto con más especialización, como con más personal debidamente motivado.

¿Cómo es posible que un local no arrendado arroje unas cifras de consumo eléctrico elevadas? Claro y cristalino: está siendo utilizado para la realización de algún tipo de actividad no declarada. Si la inspección revisa en días laborales, lo más lógico es que no detecte nada, pero es que dichas actividades suelen realizarse en fines de semana por personas que bien no tienen otra fuente de ingresos, o bien, compatibilizan su descanso con la obtención de ingresos adicionales, y por tanto, dentro de la economía sumergida. Y aunque hay controles en fin de semana y fiestas de guardar, especialmente en temas laborales, en temas tributarios es muy inferior dicha presencia, y existe una menor coordinación de las actuaciones.

Todos los ciudadanos abogamos por la existencia de una sociedad de progreso con una serie de derechos y servicios sociales de muy diversa índole. Y todo ello supone un coste: la recaudación de nuestros impuestos de manera justa y equitativa, es el primer paso para lograr esa entelequia social a la que aspiramos los seres humanos.

Está claro que si fallamos en el primer paso, será más difícil completar las fases posteriores como son la administración y correcta aplicación de lo recaudado.

Así que tentémonos la ropa y reconozcamos en qué parte de nuestro quehacer diario o bien no estamos siendo solidarios con los demás, o bien, estamos ayudando a otros con nuestra conducta permisiva y pasota, a incrementar las ya de por sí, importantes cifras de fraude fiscal. Depende de todos.