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Un triángulo poco amoroso: el complejo mundo del asesoramiento tributario

Boletín Nº26

luis_garach.png por Luis R. Garach

Hablábamos en boletines anteriores sobre determinados aspectos del fraude fiscal en España, tanto de los diferentes y renovados planes de prevención puestos en marcha por la AEAT, así como de los principales detalles en los que se centran determinadas conductas indicativas de la comisión de algún tipo de elusión o evasión fiscal.

Decía Napoleón (aunque muchos le quitan la autoría de esta frase), que "aquel país que no conoce su historia, está condenado a repetirla". Y aunque esta simple frase sacada del contexto histórico no tenga especial significado tributario, si nos puede llevar a sacar ciertas conclusiones sobre la política de prevención sobre el fraude fiscal en nuestro país y la contrarréplica por parte de los contribuyentes llevados de la mano por sus asesores.

Esta especie de triángulo no amoroso conformado por los funcionarios tributarios, los contribuyentes y los profesionales del asesoramiento fiscal, está sujeto a una serie de tensiones a resulta de las cuales, los resultados de cada una de las partes implicadas, pueden ser muy diferentes.

Intentaré desgranar, un poco por encima, las peculiaridades de cada grupo de interés afectado en esta relación múltiple llevado por mis casi 30 años de experiencia en este complicado y cambiante, mundo fiscal. Y créanme cuando les digo, que memoria lo que se dice memoria, en este sentido, tanto la AEAT como los profesionales, tenemos bastante, aunque la tercera parte, el contribuyente, posee menos, algo difusa y muy selectiva.

En un seminario al que asistí hace unos años, alguien comparaba la relación entre un asesor y su cliente con las vías de un ferrocarril que discurren paralelas en todo su trayecto hasta el momento de llegar a un cruce o cambio de vía, entendiendo como tal, el momento de presentar una declaración de impuestos. Es en ese momento donde se produce la tensión de ir para un lado (tributación justa) o para el otro (tributación ajustada). Y todo recorrido por muchos cruces que tenga, termina siempre en cualquiera de las estaciones de dicho ferrocarril, donde el revisor de turno (Hacienda), procede a comprobar que todas las liquidaciones se han realizado correctamente o, en caso contrario, procede a investigar aquello que no cuadra para dejarlo en el sitio justo.

Dejando de fabular en sentido metafórico, ponemos en nuestro microscopio crítico a cada implicado:

  • Profesionales del asesoramiento: numeroso grupo donde se mezclan diferentes procedencias académicas: empresariales, económicas, derecho, graduado social, así como muchas otras personas con escasa formación y sin titulación homologada, pero si con una experiencia en el sector de largo recorrido. Desgraciadamente el intrusismo es elevado, pero de ese aspecto, y por mucho que a algunos nos duela, las instituciones y organismos oficiales no se ocupan demasiado del asunto. Valoran a los profesionales colegiados y les otorgan ciertos derechos, pero sin negárselos al resto de implicados, lo cual supone en muchos casos, un riesgo latente para los clientes a los que atienden. La continua reforma de nuestro sistema tributario obliga a este colectivo a estar en un proceso de reciclaje y especialización permanente, lo que redunda tanto en un mejor asesoramiento como en una mejor interlocución con los clientes y los funcionarios de la administración tributaria. La necesidad constante de acceder a nuevas bases de datos y la utilización de mejores y más completas herramientas informáticas, supone también un encarecimiento de sus servicios. Un buen profesional no es aquel que posee todas las respuestas en tiempo récord, sino el que se documenta y consulta adecuadamente y de la mejor forma en cada caso. Correr en esta profesión ocasiona caídas cuyos efectos sufre el cliente más que el profesional.

  • Funcionarios de la administración tributaria: como todo organismo oficial, la AEAT está configurada en determinados departamentos y niveles, donde dependiendo del tema, nos atenderán técnicos de muy diversas escalas y preparación: gestión, recaudación, inspección, censos, impuestos especiales, aduanas, etc. Créanme cuando les digo que hay de todo como en botica, pero que son personal preparado y formado no sólo para detectar cualquier indicio de fraude o conducta tributaria anómala, sino también para informar al contribuyente del porqué se hace algo y cómo se debe hacer para no incurrir en sanción o ponerse a los pies de los caballos expuestos a un perjuicio mayor del que les corresponda. Cada cual tararea la música como le conviene, pero desde mi punto de vista, si vas de frente y con las cosas claras y suficientemente justificadas, nada debes de temer. La interpretación de una norma determinada siempre se puede prestar a confusión, más aún con los continuos cambios que sufren por motivos recaudatorios, y dependerá de la habilidad del profesional y de la benevolencia del funcionario de turno, además de las pruebas aportadas, incurrir o no en algún tipo de infracción, y la graduación que de la misma se pueda imponer. La existencia de atenuantes o agravantes en cada caso, así como de la pericia del profesional y de la valoración del actuario, dependerá en buena medida que el contribuyente afronte una sanción leve, grave o muy grave. Todo cuenta.

  • Los contribuyentes: sean personas físicas o personas jurídicas, al final son ni más ni menos que los dolientes, es decir, los que pagan. Y los hay de todos los tipos:

    1. Los cumplidores: no quieren problemas de ningún tipo y quieren pagar los impuestos que les correspondan. Quieren sinceridad en su asesor y huyen de conductas al límite de lo ilícito. Son los clientes que cualquier asesor quiere en su despacho ya que valoran un buen trabajo que les permita pagar menos pero siempre vía aplicación de mecanismos legales o desgravaciones contempladas en determinadas medidas de beneficios fiscales que se ponen en marcha de las instituciones económicas del gobierno

    2. Los tiesos: en el otro lado de la balanza nos encontramos a este grupo en el que me permito utilizar esta expresión tan andaluza. Nunca les viene bien pagar y lo que es peor, nunca quieren pagar ya que dicen que no les va bien. Sinceramente, exigen algo que es imposible y que además no existe: la tributación cero. Eso sí, con empresas y negocios que se mueven con cifra de importancia, pero donde no necesitan un buen profesional, sino un mago o prestidigitador que evapore los impuestos. Entienden erróneamente que la figura del asesor está para que no paguen. De lo contrario, ¿para qué necesitan un asesor? Curiosamente es el tipo más exigente en cuanto al importe de los honorarios y por ende, aquel que exige a los políticos mayores beneficios de todo tipo: educación, sanidad, infraestructuras, etc., y todo con los impuestos de los demás, nunca con los suyos.

    3. El cliente normal: dice que, en el punto medio, está la virtud, y no le falta razón, ya que es el cliente con el que podemos tener un acceso más cercano y explicarle el porqué de esta medida o el motivo de una mayor tributación en unos determinados casos. A nadie le gusta pagar de más y menos aún, impuestos, pero al menos cuando recibe una liquidación con un importe por encima de lo normal a lo que está acostumbrado, pregunta y pide explicaciones, que, si el profesional es experto, sabrá reconducir y poner en valor con su conocimiento de dicho caso. Es más fácil entenderse con este tipo de cliente, ya que además de ser sensato, elude las prácticas fiscales descabelladas, y aunque le cueste un poco más, prefiere ser asesorado adecuadamente con la certeza de poder dormir algo más tranquilo.

Utilizando términos de combinatoria matemática, las posibilidades que nos ofrecen estos tres grupos son múltiples, y el resultado puede ser muy diferente en base a la interacción que se produzca con cualquiera de los miembros de estos colectivos. Del amor al odio dicen que hay un solo paso, pero con los impuestos no se juega, y eso lo debemos de tener en cuenta según el roll que cada uno asumamos en cada momento.

Los toros desde la barrera, si además esta es baja y cercana al albero, se ven bastante bien, pero dentro de la arena, las cosas son muy diferentes. Y como en toda buena lidia, hay que respetar unas normas mínimas y tratar de tener habilidad y arte para conseguir una faena si no de puerta grande, que al menos no resultamos cogidos, ya que el bolsillo que sufre suele ser normalmente el del contribuyente.

Así que busque "espadas de primera fila" que sepan manejarse con presteza y arte, y sepan convencer a la presidencia para que les otorgue si no un buen premio, que al menos la cosa no termine en la enfermería. Va por Ustedes.