En la vida de cualquier empresa, tarde o temprano, llega el momento de buscar fuentes de financiación externas para poder invertir, crecer o enderezar el rumbo de nuestro negocio. No todo el mundo tiene el músculo financiero suficiente para aguantar con fondos propios (capital, reservas, beneficios) esos momentos que, con buena lógica, se producen en la vida de una empresa. Y es ahí donde tenemos que recurrir a la búsqueda de los recursos precisos que, con el menor coste posible, nos permitan conseguir nuestros objetivos.
Aunque cada vez surgen nuevas tendencias en el mercado para muy determinados proyectos por su volumen (capital-riesgo, fondos de inversión) o por su impacto social (crowfounding), la mayoría de las empresas deben acudir a las cada vez menor número de entidades financieras existentes en nuestro país. La mejora de los mercados económicos ha reducido los tipos de interés a los que se presta el dinero por parte de estas entidades, pero la tremenda reducción de su número, así como el aumento de los controles establecidos por las autoridades europeas para el control de estas actividades, nos auguran que no será un camino de rosas.
En pasados artículos comentábamos como el suministro de información por parte de las empresas a las entidades financieras se había ido estandarizando poco a poco debido a la mencionada regulación europea de los mercados, lo que contribuye de manera muy positiva para evitar riesgos a las mismas y supone un endurecimiento de las condiciones de obtención de fondos para las empresas.
Todo este proceso conlleva que los solicitantes deban velar por mantener una imagen fiel de sus negocios y su funcionamiento, lo cual será corroborado por las entidades bancarias mediante el suministro de la información contable y fiscal precisa para determinar la veracidad de esos datos, y que con los mismos se pueda evaluar la conveniencia o no a la hora de darles la financiación demandada, y por tanto, de valorar el riesgo asumido al conceder cualquier tipo de operación.
Esto que escrito así parece tan sencillo, trasladado al mundo de la economía real adquiere una complejidad manifiesta que relaciona no sólo a las empresas demandantes de capital y a las entidades financieras que prestan, sino también a colectivos profesionales que preparan toda la documentación precisa (despachos de abogados, economistas, gestores, asesores, etc.), a empresas de información económica que elaboran los rating de calificación financiera de todo tipo de entidades, a fedatarios públicos (notarios, registradores), incluso a organismos públicos (liquidación de impuestos de dichas operaciones, o supervisores de los mercados financieros).
¿Y cómo empieza a moverse todo este complejo mecanismo? Muy simple: con la solicitud de financiación por parte de una empresa a una entidad bancaria. Hace unos pocos años era una aventura casi condenada al fracaso, pero la mejora de nuestra economía unida a la enorme bajada de los tipos de interés por parte de las autoridades monetarias europeas, ha permitido que se abra el abanico de posibilidades y que el dinero fluya con un poco más de alegría.
Queda claro que cuanto mayor sea el importe solicitado, mayor será las exigencias de documentación que tendremos que presentar, y mayores serán los requisitos que tengamos que cumplir ante la entidad a la que pedimos fondos.
Y en toda esa documentación precisa, el primer paso siempre son los informes contables y fiscales de la empresa. Y aquí amigos, el movimiento se suele demostrar andando y hacia adelante y no dando rodeos como muchos tienen por costumbre en estos casos.
De nada sirve montar un expediente con unos informes cuyos números son un montaje o fruto del maquillaje contable al que alguien ha sometido nuestros estados financieros. Tarde o temprano, la verdad sale a relucir y cuando nos pillan, nos cierran todas las puertas y además se quedan cerradas durante un prudencial espacio de tiempo.
Además de existir en el mercado cada vez más compañías que elaboran los informes de riesgo y calificación de cientos de miles de empresas que operan en nuestro país, las diferentes entidades bancarias poseen unos completos y esmerados servicios de estudio de riesgos a los que el solicitante debe enfrentarse si pretende conseguir financiación. Y los tienen no solo para atender a aquellos que demandan crédito, sino también obligados por los requisitos que para tal fin establece el regulador del mercado bancario español.
Por ello, si decide afrontar para su empresa este procedimiento, le damos una serie de recomendaciones:
Así que no sólo deberá armarse de valor para este delicado momento en la vida de cualquier empresa, sino que debe hacer los deberes y preparar la documentación precisa para que el resultado de sus negociaciones sea lo más positivo posible. Si no lo hace, habrá gastado una bala del cargador y en este país, el cargador cada vez tiene menos huecos. Engañarse a sí mismo es un error que cometen muchos empresarios y echarles la culpa a las entidades financieras en dichos casos, solo es un reflejo más de su incapacidad para gestionar adecuadamente sus empresas.
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