Esta claro que somos un país sorprendente y no sólo a la hora de afrontar los diferentes procesos electorales que marcan y amenazan nuestro futuro más inmediato, sino también a la hora de abordar reformas o modificaciones sustanciales de aquello que medio funciona.
Basta con que las cosas marchen de una manera normal y lógica para que, llegado el momento, y sólo por meros intereses electorales, este o aquel partido, decida alterar las bases sobre las que se ha asentado nuestra recuperación económica de la última década, y poner en tela de juicio todo aquello que nos ayudó a salir donde ciertas políticas equívocas, nos sumieron.
Como nos decían en el colegio, “los experimentos, mucho mejor con gaseosa”. Si utilizamos componentes químicos inadecuados, podemos encontrarnos una explosión no controlada de nuestros mercados y ocasionar perjuicios no deseables que socaven nuestra latente recuperación.
Ya es arriesgado meterse en un laboratorio a manipular delicados elementos aun conociendo en profundidad la materia, mucho más complicado es ponerse a organizar los mercados laboral y económico sin haber tenido contacto directo con la realidad del mundo empresarial. El toreo de salón puede ser precioso, pero bajar a la arena, es mucho más delicado. Ya lo dice el refrán: “para torear y casarse, hay que arrimarse”.
Y como lo mejor es ver un par de ejemplos, vamos con ellos.
Todos los vaticinios en contra de esta medida, desgraciadamente se han cumplido. Y como se siga la tendencia sindical de seguir subiendo en años venideros hasta los 1.200 euros anhelados por los secretarios generales de los grandes sindicatos, la cosa irá a peor.
Seguro que algunos ganarán más, aunque en cuanto paguen la subida del diésel, las autovías de peaje, el impuesto de las transacciones financieras (que el banco repercutirá con toda certeza al cliente final), etc., la verdad es que el sueldo se les quedará muy mermado y no podrán consumir tanto como desean.
Queda manifiestamente claro que esa medida no tiene una especial trascendencia en las grandes y medianas empresas, donde los sueldos más bajos suelen ser superiores a las cantidades expuestas. Pero, sin embargo, en las pequeñas empresas y en los autónomos, ha tenido un efecto devastador.
¿Por qué? Pues porque en esas empresas se generan en gran medida los nuevos puestos de trabajo y la posibilidad manifiesta de incorporación de mano de obra sin experiencia o de baja cualificación, al mercado laboral actual.
¿Qué autónomo o pequeño empresario en su sano juicio, decide incorporar a su empresa a algún aprendiz o peón no especializado con un coste laboral mínimo de 1.370 euros incluida seguridad social? ¿Qué hay que vender o producir en esa pequeña empresa con unos márgenes cada vez más reducidos, para poder no sólo soportar dicho coste, sino obtener algún beneficio que nos permita reinvertir en nuestro negocio?
Según ATA, la generación de empleo por parte de los autónomos se ha reducido un 75% en 2019 con respecto al primer trimestre del año 2018. Es un dato demoledor que demuestra lo delicado que es tocar aquello que funciona con independencia de si es o no asumible dentro del ideario político de nuestros excelsos gobernantes.
Unida a esta desacertada medida, encontramos aparejadas otras que no ayudan mucho más:
Este tema de rabiosa actualidad, ya lo hemos tratado en boletines anteriores, intentando aportar algo de cordura para determinadas circunstancias que se pueden dar en ciertos sectores productivos.
Pero como no hay término medio, la Inspección de Trabajo, con un claro fin recaudatorio (hay que buscar 26.000 millones de euros más, aunque sea debajo de las piedras), no sólo ha penalizado a aquellos autónomos que en realidad debían ser considerados trabajadores a todos los efectos, sino que también ha ido contra los TRADE, los autónomos realmente dependientes, y cuyas circunstancias de trabajo y relación comercial estaban muy claras en la actual normativa.
Desde el sindicato UPTA se asegura que se está realizando una interpretación torticera por parte de la inspección, y la verdad es que no les falta razón. Se están sancionando a las empresas con multas de una enorme cuantía por tener trabajadores autónomos dependientes que cumplen perfectamente con los requisitos estipulados en este tipo de relación laboral, perjudicando en especial, a determinados sectores profesionales.
Si se sigue apostando desde los organismos inspectores del estado y de las comunidades autónomas por penalizar la generación de puestos de trabajo, encorsetando normativas y reglamentaciones, en definitiva, poniendo piedras en el camino para que se desarrolle más actividad económica en nuestro país, está claro que estamos minando nuestro futuro más inmediato.
Se está abocando a todos aquellos que deciden un día emprender en nuestro país, no sólo a que abandonen dicha posibilidad, sino también a que aquellos que ya lo están haciendo, apuesten por pasarse a la cara más oculta de nuestra economía para eludir gravosas tributaciones e incluso, eludir las contrataciones laborales.
Ciertamente causa envidia sana comprobar el tratamiento que otros países de nuestro entorno (incluso en Estados Unidos) dan a los empresarios y emprendedores. Queda claro que mientras que se nos vea (me incluyo entre ellos ya que lo soy desde hace más de 30 años) más como una amenaza que como una especie protegida, las cosas no cambiarán. Y me temo que para que eso pase, aún faltan muchas décadas.
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