Tal vez mi afición por el cine bélico influya poderosamente a la hora de escribir este artículo. Es muy difícil templar el bolígrafo y ordenar decenas de ideas que fluyen por mi cerebro después de lo que hemos vivido estas últimas semanas, y lo que es aún más duro, lo que nos queda por pasar para sobrevivir. Y cuando utilizo el término sobrevivir lo hago no sólo en su sentido de vida, sino en la más amplia afección económica que se nos pase por la cabeza.
Esta pandemia que nos azota duramente y sin piedad, es una catástrofe global sin parangón equiparable a otras muchas que ha vivido la humanidad en épocas anteriores, pero en lo que se refiere a crisis económica creo que entrará sin más remedio, entre una de las más duras de la historia, no sólo por su intensidad sino por su rápido y perverso impacto.
No quiero pecar de analista político ni mucho menos sanitario de todo lo que nos rodea. Nunca ha sido mi cometido y creo que jamás lo será. Me conformaré en términos generales con opinar modestamente y a título individual que no se han hecho bien las cosas en muchos aspectos, que se ha utilizado esta tremenda pandemia para otros objetivos diferentes de manera solapada y que, deseo fervientemente con calma y tranquilidad, que se analicen fríamente los nocivos efectos de la misma, se deriven las responsabilidades de muy diversa naturaleza que nos ha dejado, nos deja y seguirá dejando durante mucho tiempo, por parte de aquellos que la han regido y gestionado.
Hoy mi mensaje va dirigido a aquellos que han luchado en la retaguardia para mantener el tipo de todos sus clientes, grandes, medianos o pequeños, que un día confiaron en su trabajo, y ahora, en las duras, han respondido en la mayoría de los casos, con solvencia, profesionalidad, y suma rapidez.
Si en la vanguardia de esta crisis han luchado colectivos que se han dejado la vida en ello: médicos, sanitarios, fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, y otros con menos riesgo pero también expuestos como personal de limpieza, reponedores, repartidores, transportistas, y un largo etcétera de profesiones no tan rimbombantes, tengo claro que en la retaguardia, dándolo todo por sus clientes, han estado los profesionales del mundo de la asesoría con independencia de su titulación e incluso, sin ella.
Economistas, abogados, graduados sociales, gestores administrativos y asesores en general, han tenido que apretar los dientes y bajar a la arena como avezados gladiadores para luchar y defender los intereses de sus clientes, así como poder ayudarles en los momentos de suma dificultad en los que esta pandemia, nos ha sometido a todos.
En este caso no hablo de oídas ya que, al formar parte de este colectivo, he vivido al pie del cañón, y afortunadamente, rodeado de un gran equipo de profesionales, la dureza de estos momentos y el tremendo esfuerzo puesto en marcha para dar soluciones a unos problemas que no sabíamos que podían existir, sino tampoco de la variación continua y la complejidad que han ido experimentando con el paso de los días.
No se trata de levantarse por la mañana y leer el BOE para ver con qué medida u ocurrencia nos sorprende hoy, sino investigar, recopilar y algo mucho más importante, confrontar con otros muchos miembros de nuestro colectivo, si lo que tenemos que hacer es lo correcto, si los pasos son los adecuados, y si haciéndolo de una u otra forma, podemos perjudicar o ayudar a nuestros clientes. Esa insoportable responsabilidad ha caído sin comérnoslo ni bebérnoslo, sobre nuestros hombros en estas semanas tan intensas que han transcurrido desde la declaración por parte de Gobierno de la nación, del estado de alarma.
Algunos hemos agotado las cajas de relajantes, calmantes y demás compuestos ansiolíticos que ayudan a conciliar el sueño, y que yacían en un rincón de nuestros botiquines. A grandes males, grandes remedios. He rememorado mis tiempos futbolísticos, cuando estando tocado, decidías infiltrarte o vendarte con tal de poder disfrutar ese derbi importante, aun a costa de una cruel recaída. Aquí la cosa, ha sido diferente: no había más remedio, o al día siguiente no nos hubiéramos tenido en pie. Había que relajarse y poder dormir unas horas, para volver a la carga con energía y lo más complicado: con cierta lucidez mental. Aquí no se podía borrar nadie ya que no nos jugábamos un ascenso o un descenso, sino la supervivencia de empresas y negocios, que está y sigue estando, muy comprometida en un elevado porcentaje.
Dicen que siempre de las crisis se suelen sacar cosas positivas ya que las negativas, saltan a la vista. Pero me quedo con algunas muy reseñables y que han sido excepcionalmente positivas:
Todo ello sin obviar y poner de manifiesto, el esfuerzo denodado de la mayoría de los clientes de esos despachos y asesorías, por poder facilitarles a sus asesores y gestores, y a pesar de los múltiples obstáculos, la ingente cantidad de datos precisa para tramitar todo lo que se nos ha venido encima: ERTES, despidos, liquidaciones fiscales, cierres de ejercicios, prestaciones de desempleo y por paralización de actividad, bajas laborales por COVID 19, solicitud de ayudas de autónomos, trámite de ayudas financieras ya sean por el ICO o por cualquier otro medio, y así un largo etcétera de tareas a las que hemos hecho frente de manera conjunta y como un gran ejército luchando en la parte de atrás de esta cruel batalla.
Como dice nuestro refranero, una de cal y otra de arena. Por lo que, vista la arena, ahora toca la de cal. Y créanme cuando les diga que, habiendo para pintar varias plazas de toros y decenas de campos de fútbol, sólo voy a utilizar un par de cubos, ya que como muestra, siempre vale un botón. Y tampoco es cuestión de cansarles.
Todos somos conscientes, la inmensa mayoría, de que nadie en su sano juicio, podría prever el alcance de esta enorme pandemia y sus devastadores efectos no sólo sanitarios, sino también los económicos. Así que pasando casi de puntillas por el hecho de señalar que, en este país, como en otros muchos del que llamamos mundo civilizado, no se han hecho bien algunas cosas, sino todo lo contrario, en el aspecto económico se ha actuado de manera muy deficiente y lo que es más grave, sin contar con una parte de los agentes sociales (los empresarios dolientes) ni con el resto de las fuerzas políticas cuya experiencia en gestión económica en anteriores legislaturas es muy extensa, ni con los profesionales adecuados en temas tan específicos como los que afectan a los distintos gremios de actividad que van a sufrir con muchas más dureza los efectos de esta crisis, ya que nadie les ha consultado ni les ha hecho caso en sus consejos o sugerencias.
En algunos de los foros profesionales en los que he participado con esta nueva moda y necesidad dadas las circunstancias que es la de los encuentros virtuales, muchos hemos coincidido en algunos aspectos muy negativos:
Para terminar, quiero lanzar a todos un mensaje muy claro: ya salimos de una crisis anterior cuya intensidad y duración fueron muy diferentes a la actual, pero lo conseguimos con el esfuerzo y sacrificio de millones de empresarios y trabajadores que se emplearon a fondo durante casi una década para revertir el desastre económico en el que nos encontrábamos.
Ahora el enemigo es mucho más silencioso y letal, y la lucha será encarnizada por que sus efectos son mucho más devastadores y nos han llegado de sopetón y “casi” sin previo aviso. Pero la esperanza es lo último que se pierde, y en el caso de nuestro tejido empresarial, donde hay un problema, surge una luz de esperanza y por qué no decirlo, muchas oportunidades de negocio. En muchos casos, habrá que innovar, adaptarse y reinventarse.
Vaya en la despedida mi más sincero pésame a aquellos que han perdido a alguno de sus seres queridos en estas semanas. Sólo os pido que sigamos luchando por recuperar la normalidad y poniendo todo de nuestra parte para procurar que la salida a esta pandemia sea lo más rápida posible y que los efectos económicos y sanitarios de la misma pueden ser superados con el esfuerzo denodado que siempre ha caracterizado en la adversidad al pueblo español. De todos depende.
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