El comercio triangular fue una ruta comercial que efectuaba sus operaciones internacionales en el Océano Atlántico colaborando, de esta manera, a la globalización. Adoptó este nombre porque sus rutas comprendían un triángulo ficticio entre África, Europa y América.
Se solía mercadear con esclavos que se embarcaban en África y se trasladaban hasta los puertos del sistema donde eran usados como método de pago o intercambio. El primer viaje lo efectuó el Imperio Portugués cuando se hizo con el control del Golfo de Guinea en el s. XV. No obstante, el comercio triangular tuvo lugar hasta el siglo XIX comprendiendo a países como España (donde también trasladaban esclavos a la península ibérica), Reino Unido y Francia.
Los puertos de origen solían ser Guinea (donde también se empleaban algunos productos de allí para el intercambio), Senegal, Costa de Marfil, Mozambique y el Congo (en definitiva, cualquier territorio africano que no retrase mucho las labores comerciales con el fin de mantener el excedente).
Los puertos de destino, por el contrario, eran con frecuencia, Brasil (perteneciente a Portugal), el Virreinato del Río de La Plata (Argentina) y Uruguay.
De esta forma, los países europeos, que mercadeaban con esclavos negros, eran capaces de importar azúcar, tabaco, cacao y metales preciosos. No obstante, también pagaban con materias primas el mercadeo de esclavos: ofrecían objetos de poco valor como espejos, telas de baja calidad y un sinfín de artesanías.
Esta técnica pudo llevarse a cabo mediante la circulación de las corrientes oceánicas, así como de los vientos, alrededor de las Azores. Los vientos alisios y las corrientes oceánicas del gofo guineano agilizaron mucho las rutas.
Las expediciones triangulares seguían siempre un patrón común entre los países que se visitaban. Además, trataban de respetar los acuerdos comerciales acordados en términos de tiempo y mercancía. Los factores comunes del comercio triangular son los siguientes:
Respondiendo al punto número tres del párrafo anterior, los europeos llevaban a África productos que habían sido manufacturados mediante la importación de la materia prima de América. Como dijimos anteriormente, destacan collares, espejos, artesanías y telas de baja calidad.
¿Por qué? Los europeos querían evitar revueltas en África que pudieran resultar contraproducentes para sus intereses. Por ello, exportaban ese tipo de mercancías que resultaba de poco valor para la ciudadanía europea y, por lo tanto, tenía una difícil salida. No obstante, resultaba muy apreciado por los habitantes africanos.
Una vez en América, los barcos europeos se llenaban de la materia prima que producían los empresarios locales gracias a la mano de obra esclava que importaban de África (café, cacao, azúcar, alcohol, pieles...).
De esta forma, los comerciantes europeos volvían a su país donde, a su vez, vendían esta materia prima a los comerciantes manufactureros que también se veían beneficiados del intercambio.
Evidentemente, este tipo de prácticas tuviera enormes consecuencias para el continente africano:
Aunque el trasfondo del comercio no resulta ético, lo cierto es que este sistema de navegación impulsó la economía de los países integrantes (a excepción de los africanos) y fue un gran paso para el avance de la globalización.
Este sistema de triple parada permitía minimizar los costes de transporte haciendo diferentes escalas con el fin de responder a la demanda de diferentes regiones.
Este sistema resultó innovador para la época y tremendamente rentable. Tanto fue así que hoy en día se sigue operando de esta manera en el sector logístico. Sin duda alguna, las rutas de hoy son consecuencia de este periodo histórico.
El comercio triangular fue el mercadeo entre países europeos, africanos y americanos que tuvo lugar entre el s. XV y el s. XIX. Los europeos embarcaban esclavos negros con destino a África donde eran obligados a trabajar. Allí, recibían materia prima que terminaban importando nuevamente a Europa.
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