A lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII, surgió en Europa un modelo político denominado despotismo ilustrado, el cual provino de la monarquía absoluta y adquirió ciertas nociones de la Ilustración. Este modelo, a diferencia del mencionado anteriormente, empezó a aceptar ideales sociales mucho más avanzados, como la importancia de la razón humana a la hora de desarrollar la cultura y la economía de una sociedad.
El concepto de despotismo ilustrado se puede enmarcar en los gobiernos del Antiguo Régimen europeo, y proviene directamente de las monarquías absolutas que dominaban el continente en esa época. Sin embargo, pese a que esta era su base, acogió múltiples ideales de la Ilustración, las cuales jugarían un papel importante a la hora de implementar los nuevos cambios que propuso el despotismo ilustrado.
Los filósofos ilustrados sirvieron como fuente de inspiración para los monarcas. Estas autoridades, que poseían un poder absoluto sobre la nación que dominaban, empezaron a confiar en un modelo en el que los cambios tenían que ser pacíficos y la innovación debía jugar un papel importante en el desarrollo, dos factores fundamentales para lograr que la sociedad evolucione de manera adecuada. Gracias a estas creencias, los monarcas empezaron a poner en marcha el despotismo ilustrado.
En consecuencia, se extendió una frase que se haría muy popular, ya que es el lema del despotismo ilustrado: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Su traducción se hace bastante obvia, ya que hace referencia a un modelo político en el que el monarca aplica medidas para buscar el desarrollo de su sociedad, sin tener en cuenta la opinión de sus propios ciudadanos a la hora de ponerlas en marcha.
Su referencia fue la monarquía absoluta (modelo en el que la autoridad soberana residía en el monarca, persona que tenía el total control y poder sobre los derechos de los ciudadanos), por lo que el despotismo ilustrado recogió bastantes nociones de este modelo político. A pesar de ello, empezó a incorporar algunas ideas de los filósofos ilustrados, principalmente aquella en la que se consideraba la razón humana como un pilar fundamental a la hora de desarrollar una sociedad.
De esta manera, el modelo se caracterizó por tener unos monarcas que creían en la filantropía y el progreso, creándose un “contrato social” entre el soberano y los ciudadanos que no se podía romper bajo ningún concepto. Esto quiere decir que el despotismo ilustrado no cambió drásticamente la manera de funcionar de las sociedades, sino que introdujo ciertos cambios y reformas que pretendían conseguir un desarrollo económico y cultural dentro de las sociedades.
Dadas las recesiones económicas y las complicadas situaciones sociales que muchos países europeos vivieron en el siglo XVIII, los monarcas tuvieron la difícil tarea de sacar la economía a flote, ya que, de no hacerlo, se producirían infinitos conflictos sociales que amenazarían la estabilidad de la nación entera. Para conseguirlo, empezaron a obtener ideas de los filósofos ilustrados, con la intención de desarrollar sociedades mejores en ámbitos clave como la agricultura, la industria o la economía.
Si nos centramos en la parte de la economía, es fundamental destacar la creciente tendencia hacia el librecambismo, siguiendo la doctrina de la fisiocracia. El “Laissez faire” es una expresión que define perfectamente la manera de pensar de esta corriente, ya que basaban sus propuestas en dos factores muy importantes:
Fueron muchos los monarcas que adoptaron ideas de la Ilustración (Carlos III de España, Catalina II de Rusia, José II de Austria, entre otros), corriente que surgió con la intención de poner la razón humana por encima de cualquier otra facultad, ya que con ella se podían combatir los grandes problemas de la sociedad: la tiranía, la superstición y la ignorancia. Los mayores divulgadores ideológicos de la Ilustración fueron:
Dando una elevada importancia a la razón humana e implementando medidas para mejorar el desarrollo de la economía, la agricultura y la propia sociedad, el despotismo ilustrado fue una corriente que ganó mucho peso en una época donde las monarquías absolutas reinaban en el continente europeo.
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