Una empresa transnacional se caracteriza por desarrollar su actividad comercial en diferentes países alrededor del mundo. Este tipo de compañías tiene una oficina central o corporativa, la cual podemos considerar como la matriz, pero invierte y desarrolla sus actividades de recursos humanos, marketing y finanzas en otros países, con la correspondiente legislación de cada uno de ellos.
En cierta medida, se puede considerar que el modelo de empresa transnacional combina el de la internacional, multinacional y global. Todo el modelo de negocio parte desde la matriz, pero se va expandiendo hacia otros países con la misma idea de producto, a su vez que adapta su estrategia a la cultura y demanda local.
Muchos autores defienden que una empresa transnacional se puede considerar multinacional, pero lo cierto es que hay una importante diferencia que hace que ambos tipos de negocio no sean exactamente iguales.
La empresa transnacional parte de una matriz y se expande a muchos países alrededor del mundo, pero se descentraliza en su administración y se adapta su actividad a cada uno de los sitios donde opera. Al adaptar su producto, proceso productivo, recursos humanos y publicidad a cada lugar, consiguen que cada una de las filiales trabaje de manera distinta, aunque siempre con las órdenes y estrategias propuestas desde la matriz.
Por otro lado, una multinacional no llega a descentralizar los procesos de gestión. Desde su matriz realiza todas las estrategias y operaciones, limitándose a invertir en desarrollar su producto en diferentes mercados locales de todo el mundo. Puede que realicen sus procesos de producción en otros países, pero las decisiones administrativas son siempre tomadas por la sede central.
Las empresas transnacionales son muy potentes y se caracterizan por su elevado impacto en los mercados y economías donde actúan (algunos ejemplos son Apple, Volkswagen o McDonalds). Sin embargo, una de las críticas más habituales que reciben está relacionada con el cómo algunas de ellas realizan su proceso productivo.
Es cierto que, si una empresa de tanto calibre decide instalarse en un país en vías de desarrollo, va a suponer una inyección enorme de capital y empleo para la nación. Consiguen revitalizar las economías, introduciendo productos novedosos al mercado a la vez que dan empleo y generan movimiento en países donde los mercados no están tan desarrollados como en los europeos o norteamericanos.
Ahora bien, el grave problema que relaciona a las empresas transnacionales con su instauración en países subdesarrollados viene dado por la forma en la que lo hacen. Se critica que muchas empresas deciden instalar sus fábricas en estos países con el simple objetivo de reducir drásticamente sus costes de producción, pagando sueldos muy bajos y consiguiendo beneficios extraordinarios al vender esos productos en los mercados potentes. Pese a que generan mucho empleo en zonas con dificultades económicas, es cierto que las condiciones económicas y laborales no son las adecuadas, llegando (en algunos casos) a hablarse de explotación laboral.
Gracias a su desarrollo internacional y su eficiente descentralización, muchas empresas han adquirido un carácter transnacional y se han posicionado como líderes en sus sectores. La adaptación del producto a los diferentes mercados, la toma de decisiones desde la matriz o el estudio de las diferentes normativas y legislaciones son factores clave que han definido el éxito de estas compañías a nivel mundial.
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