El patrón oro es como comúnmente se conoce al sistema monetario de intercambio fijo en el que una cierta cantidad de la moneda de un determinado país representa una cantidad estable de oro. Se trata del sistema utilizado durante la mayor parte del siglo XX por la mayoría de los países del mundo para establecer un tipo de cambio fijo.
El concepto de este sistema fue desarrollado por el pensador y filósofo de origen escocés, David Hume, a mediados de 1752. Este plantea un tipo de moneda cuyo valor se fija mediante el intercambio estable de una cierta cantidad de oro respaldada por la autoridad monárquica del país.
La idea detrás de este sistema era el establecimiento de una fórmula de cambio fijo que permitiera a los distintos países la ejecución fluida y armónica de actividades comerciales independientemente de una tercera parte que pudiera restringirla o afectarla de alguna manera.
Eventualmente, esto devendría en la creación de autoridades específicamente monetarias en las monarquías parlamentarias y estados modernos del siglo siguiente—. La paridad fija permitiría que cada divisa tenga una garantía de convertibilidad constante entre ellas.
Uno de los grandes beneficios de este sistema es la calidad automática del intercambio, aunque depende en gran medida de la integridad del gobierno de un determinado país el respetar dicha paridad y no emitir más moneda de la que efectivamente pueda respaldar.
Cuando un país percibe un déficit en la balanza de pagos, debe compensarlo mediante la entrega de una cantidad fija de oro a sus acreedores. En determinado punto, la base monetaria disminuirá de manera proporcional, lo que eventualmente solo puede provocar dos consecuencias:
Ambos fenómenos luego contribuyen a que se revierta el flujo deficitario al atraer inversiones extranjeras, lo que disminuye aún más el valor de la moneda local y las exportaciones. Esto mismo ocurre, pero a la inversa, en un país en el que se percibe, en vez de déficit, superávit en la balanza de pagos.
El patrón oro fue presentado formalmente por Inglaterra a principios del siglo XIX, y se utilizó como relación para la estabilidad monetaria hasta la primera mitad del siglo XX. Se pueden distinguir diversas facetas en lo que respecta al patrón oro.
Sin embargo, la paridad del patrón oro no se cumplió en todos los casos de manera tan estricta: el sistema permitía a países la posibilidad de devaluar su moneda para ganar en el mercado internacional, ya que no sería posible constatar de inmediato la inflación de la moneda. Eventualmente, esto daría origen a las primeras crisis inflacionarias del siglo XX.
En efecto, la sustitución del modelo clásico, basado en la acumulación de reservas de oro fue cambiando hasta solo admitir el intercambio por una cantidad mínima de moneda. Por otro lado, al momento de la Gran Depresión, muchos países mantenían reservas de otras divisas, como el dólar, en vez de en oro.
Este último sistema funcionó hasta mediados de los setenta, cuando el Gobierno norteamericano, presidido por Richard Nixon, eliminó dicha paridad y el sistema fiduciario entró en vigencia.
El sistema actual funciona a escala global como un tipo de valor basado en el desempeño de una economía: en la mayoría de los casos se encuentra regulado por los bancos centrales, encargados de emitir moneda y regular las políticas monetarias.
En definitiva, el patrón oro es considerado una condición fundamental para la teoría económica clásica, la cual mide el rendimiento en función de los bienes tangibles y activos disponibles, mientras que la especulación financiera se encontraba relativamente restringida.
A partir de los setenta y especialmente de la globalización en los años ochenta y noventa, la idea de la emisión monetaria y la gestión económica a partir de la deuda se consolidan como principales instrumentos de valorización monetaria.
El patrón oro sirvió tuvo su auge durante la segunda mitad del siglo XIX y vio su declive a partir de la Primera Guerra Mundial. Suponía la posibilidad de intercambiar de manera invariable una cierta cantidad de oro por una determinada cantidad de moneda, la cual se encontraba respaldada por una autoridad monetaria.
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