La política económica es un conjunto de políticas, medidas e instrumentos que el Estado utiliza para controlar el crecimiento económico de su territorio y lograr determinados objetivos.
Los objetivos a alcanzar, el empleo, la productividad, suelen depender de un factor que es, por ello, el objetivo que se suele perseguir de manera más intensa, el crecimiento económico.
En este artículo vamos a ver las realidades que se deben afrontar con la política económica, el paro, la inflación, la balanza comercial, el bienestar y, por último, las herramientas con que dicha política cuenta para el cumplimiento de estos fines.
Es el aumento sostenido del producto de una economía. Se suele medir por las variaciones porcentuales del Producto Interior Bruto (PIB) entre dos periodos anuales.
Para que se produzca crecimiento sostenido debe ir mejorando, continuamente, la productividad de los trabajadores.
Esta mejora se puede conseguir realizando constantemente nuevas inversiones, ampliando la inversión por trabajador; pero esto no sucede, la capacidad de ahorrar de una sociedad tiene sus límites y no puede ampliar inversiones indefinidamente.
Afortunadamente existen otros factores que producen este crecimiento, como el desarrollo tecnológico que causa una mayor productividad en el trabajo.
Otro factor importante es el nivel de demanda y consumo, su crecimiento hará aumentar la producción de las empresas y, por ende, creará crecimiento económico.
Sin embargo el aumento del nivel de consumo puede provocar una disminución del de ahorro, lo que puede crear épocas de recesión, son los llamados ciclos económicos.
Un crecimiento económico suficiente y sostenido en el tiempo será la solución a problemas como el desempleo y creará riqueza y bienestar en la población.
Suele ser el primer problema a afrontar cuando se decide seguir una determinada política económica.
Y, desde luego, es un problema del que hay que ocuparse porque un desempleo alto es un asunto muy grave.
Lo es para los propios afectados: una persona que está en paro tiene un problema vital importante en muchos sentidos, en el económico desde luego pero también en su proyecto de vida, desarrollo profesional y personal e, incluso, situación anímica.
También es muy grave para la economía en general, si hay demasiado desempleo esas personas no producen, no perciben sus salarios, en alguna medida tienen que ser atendidas con prestaciones públicas y, donde no lleguen estas últimas, por sus familias para que puedan subsistir.
Y la economía se resiente, si una parte de la población no produce ni tiene ingresos no va a consumir, o va a consumir lo justo para la subsistencia, y lo que no consuman no lo van a vender las empresas que se encontrarán con que el mercado al que concurren es menor de lo que debería ser, por lo que por aquí también afecta el desempleo al crecimiento económico.
Por último, los parados al no generar ingresos no pagan impuestos (o pagan muchos menos) siendo, también, un problema para estos ingresos públicos.
Se considera a un parado como de larga duración cuando está inscrito como desempleado durante seis meses.
El desempleo puede ser:
Como veremos en el último punto, el Estado debe, cuando es un problema, realizar acciones para eliminar el desempleo mediante las llamadas políticas activas de empleo que pueden ser de fomento de la contratación con otra normativa, incentivos y ayudas a las empresas e, incluso, inversión directa de dinero público para crear empleo.
También debe el Estado implementar un sistema de prestaciones y subsidios para ayudar a los desempleados.
La inflación consiste en una subida generalizada de los precios.
Desde otro punto de vista, si los precios suben es porque la moneda con que se paga tiene menos valor, así que la inflación también significa una depreciación del valor del dinero.
Para medir la inflación lo más habitual es acudir al Índice de Precios al Consumo (IPC) y otros indicadores de variación de los precios para empresas y particulares.
Una inflación moderada dentro de unos límites es algo habitual e, incluso, sano para la economía. El problema surge cuando ocurre en proporciones excesivas.
La inflación galopante se da cuando la depreciación alcanza, a lo largo de un año, porcentajes de dos o tres cifras; y es aún peor la hiperinflación cuando los precios se disparan día a día, semana a semana o mes a mes alcanzando cifras astronómicas.
Los motivos de la inflación son:
Un nivel de inflación por encima de lo normal es un problema para la economía, crea desconfianza en el valor de la moneda y ello hace que no se ahorre si no se va a saber lo que valdrá ese dinero en el futuro.
Sube los tipos de interés, lo que hace más cara la financiación de empresas y familias.
Y, por último, reduce el poder adquisitivo de todo el mundo.
La balanza de pagos es la medida en que un país o territorio realiza transacciones de dinero al resto del mundo, y estará equilibrada si el dinero que sale es equivalente al que ingresa.
En los dos puntos anteriores hemos hablado del desempleo y de la inflación que son factores del equilibrio interior pero la política económica también se tiene que ocupar del equilibrio de la balanza de pagos o equilibrio exterior.
Existen tres indicadores de esta balanza de pagos:
El equilibrio exterior es muy importante porque un gasto excesivo respecto de los ingresos exteriores va a suponer un endeudamiento de la economía, ya que habrá que pagar eso que se compra de más respecto de lo que se ingresa.
Además, las exportaciones e ingresos de dinero del exterior son un buen impulso de la economía y del crecimiento.
Además de todas las realidades vistas en puntos anteriores, las políticas públicas también van a perseguir una redistribución de la renta, es decir, favorecer a las capas de población con menor poder adquisitivo frente a las que tienen más dinero.
Esto se consigue con políticas fiscales (impuestos progresivos o impuestos específicos como el de sucesiones o determinadas políticas en los impuestos indirectos) y actuaciones directas como subvenciones o fijación de determinados precios.
En la Europa en la que vivimos el estado del bienestar consiste, precisamente, en que todos tengan garantizado un mínimo vital con la cobertura de necesidades básicas, como la educación y la sanidad.
Existen diversas formas de afrontar la política económica de un país: el intervencionismo del Estado que puede ser total (en un Estado Socialista) o más o menos intenso (si se siguen políticas keynesianas) hasta un liberalismo a ultranza que defienda la mínima intervención del Estado y dejar hacer a los agentes privados.
Dicho ésto, la política económica se puede implementar utilizando varios medios al alcance de las autoridades públicas.
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