Desde la perspectiva de la valoración de una empresa, existen determinados conceptos fundamentales que siempre deberían tenerse en cuenta. Uno de ellos es el denominado coste del capital, que puede tener dos definiciones en función del punto de vista desde el que miremos la situación:
Pese a que es un concepto diferente en función del lado en el que nos encontremos, la definición viene a decirnos lo mismo en ambos casos. Por un lado, el inversor utilizará esta tasa o rendimiento mínimo para saber cuánto tendrá que desembolsar si quiere obtener rentabilidad por parte de esa inversión. Por otro lado, el empresario podrá medir cuál es la rentabilidad necesaria para satisfacer las necesidades de sus accionistas, en función de la inversión realizada en cada uno de sus proyectos.
El valor final del coste de capital es una estimación, por lo que no obtendremos un valor exacto de su cálculo. Existen diferentes fórmulas para conseguirlo, pero solemos ver como se realiza a través del modelo CAPM, como mencionamos anteriormente, y siempre basándose en tres supuestos:
La fórmula es la siguiente:
Ke = Rf + β (Em - Rf), donde:
Obteniendo este valor estimado, el empresario tendrá la rentabilidad mínima a conseguir para satisfacer las necesidades de sus accionistas, mientras que el inversor podrá calcular el retorno esperado en función del rendimiento del mercado y la prima de riesgo.
Si un inversor toma la decisión de invertir en una empresa determinada, siempre esperará obtener rendimientos mayores de aquellos proyectos en los que el riesgo asumido sea notablemente superior. Gracias al cálculo del coste del capital, este inversor podrá estimar el umbral mínimo o tasa de rendimiento mínima que tiene que generar esta inversión para que llegue a suponer beneficios. Calculando este valor antes de invertir, podrá realizar comparaciones mucho más acertadas sobre los proyectos que tenga en mente, lo que convierte al coste del capital en una herramienta muy útil para la toma de decisiones en el mundo de la inversión.
Dentro del negocio, valorar adecuadamente el coste del capital también supone una parte muy importante a la hora de sobrevivir y complacer a los accionistas, ya que permite conocer la relación entre los recursos utilizados para invertir y la importancia de cada uno de esos recursos en los proyectos. Esto, entre muchas otras cosas, ayuda a:
Realizar la estimación del coste del capital no es algo excesivamente complicado ni consume mucho tiempo para los directivos, y termina siendo una gran fuente de información que contribuye positivamente a las causas mencionadas anteriormente. En él se ven involucrados factores importantes para la empresa como los tipos de interés a la hora de recibir créditos, los riesgos del mercado o los costes de financiación, por lo que termina siendo una estimación fiable que facilita el análisis de la estructura de costes y la toma de decisiones a la hora de escoger entre los posibles proyectos de inversión.
En definitiva, consideramos los costes del capital como uno de los elementos fundamentales a la hora de analizar y determinar el valor de la empresa. Estos costes se pueden evaluar de manera conjunta, o bien dividir en función de cada componente de la financiación de la compañía: acciones, reservas y recursos propios. Cuando el coste del capital es elevado, significa que invertir en la empresa supone asumir un riesgo mayor, provocando un descenso en el valor de las acciones de la compañía.
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