Déficit deriva del latín deficere, que significa “faltar”. Así que cuando hay déficit es porque hay escasez o deficiencia de alguna cosa que además tiene la cualidad de ser considerada necesaria o imprescindible, de ahí su importancia.
Generalmente se suele hacer referencia a este concepto desde un punto de vista económico, entendiéndose que hay déficit cuando se ha gastado más de lo que se ha ingresado. Esto, lógicamente, supone un gran problema a nivel empresarial e incluso en una economía doméstica.
El déficit fiscal es uno de los más conocidos por todos, precisamente por afectarnos de forma directa como ciudadanos.
Se produce cuando un Estado está gastando más de lo que consigue ingresar a través de impuestos o retenciones.
Dentro de él podemos diferenciar a la vez dos subtipos:
Lo habitual es que un escenario de déficit fiscal se considere negativo, pero no tiene que ser necesariamente así. Si existe una fuente sostenida de financiación a la que puede recurrir el Estado, la situación se puede mantener.
Lo que hacen los Estados cuando necesitan financiación es emitir deuda pública. Es decir, venden bonos o valores a fin de obtener nuevos ingresos.
Es por eso que muchas veces se confunden los términos de déficit fiscal y deuda pública. Pero como acabamos de ver, aunque son conceptos estrechamente relacionados, no son necesariamente lo mismo.
Pero la deuda pública no es la única fuente de financiación en casos de déficit fiscal, también se puede recurrir a otra alternativas como la subida de impuestos o los recortes.
El déficit se puede dar en cualquier escenario en el que se produzcan entradas y salidas de bienes o de dinero. Si afecta a una familia o a una empresa estamos ante lo que se define como déficit privado.
Centrándonos en el ámbito empresarial, se trata de aquella situación en la que una empresa no genera suficientes ingresos como para hacer frente a sus gastos, lo que da lugar a un nivel de endeudamiento excesivo.
Para saber si un negocio va bien o no es necesario contabilizar los ingresos y los gastos de forma periódica.
Cuanto más se tarde en advertir esta situación más complicado puede ser todo, por lo que es recomendable hacerlo cada poco tiempo. De ahí que muchas empresas hagan cierres contables trimestrales.
De esta forma se puede ver qué problemas existen y comprobar si los mismos son puntuales o si existe el riesgo de que se prorroguen en el tiempo.
A una empresa le resulta mucho más complicado financiarse que a un Estado, por lo que una situación sostenida de déficit es preocupante.
Cuando los gastos son superiores a los ingresos no quedan más alternativas que buscar nuevas fuentes de ingresos y reducir gastos, lo que muchas veces acaba afectando a la plantilla.
Cuando se trata de tomar decisiones a nivel estatal o empresarial es importante conocer ante qué tipo de déficit estamos.
El déficit estructural es el más complicado de corregir, ya que es difícil encontrar la causa que da lugar al mismo o bien no se puede hacer nada frente a ella. No obstante, esto no quiere decir que no haya que hacer nada. Tanto las empresas como las familias y los Estados deben tomar medidas para acabar con el déficit, puesto que puede dar lugar a situaciones muy complicadas desde el punto de vista económico.
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