A lo largo de la historia se han sucedido diferentes modos de entender la economía y diferentes modelos económicos. Uno de los modelos económicos de más calado es la economía de libre mercado, cuyo origen se remonta al año 1776 con la obra de Adam Smith "La riqueza de las naciones". En esta obra, Smith afirma que el mercado se autorregula, permitiendo conseguir el tan ansiado bienestar de toda la sociedad. Pero ¿qué es el libre mercado y qué implicaciones tiene?
El libre mercado es aquel mercado en los precios de los bienes y servicios se fijan en función de la interacción entre los oferentes y los demandantes, sin que ningún estamento gubernamental del Estado o cualquier otro agente externo pueda intervenir en los precios.
Así, la economía de libre mercado es aquella en la que la intervención del Estado es casi inexistente, prácticamente anecdótica, estando este tipo de mercados regidos por la Ley de Oferta y la Demanda. En virtud de la ley de la oferta y la demanda, el precio de bienes y servicios aumentará cuando la demanda es mayor que la oferta y, por el contrario, será menor cuando la demanda es menor que la oferta.
Al no haber intervención por parte del Gobierno, los agentes económicos, es decir, los productores u oferentes y los demandantes o consumidores podrán interactuar con total libertad. Así, los consumidores tendrán total libertad para elegir qué productos o servicios comprar, mientras que los productores tendrán absoluta libertad para elegir los factores productivos.
No obstante, no se ha de olvidar que las economías de libre mercado presuponen una serie de condiciones económicas esenciales que han de darse para que el no intervencionismo del Estado sea posible, tales como la libre competencia o la primacía de la soberanía de los consumidores.
Una economía de libre mercado tiene una serie de características que la diferencian. Son las siguientes:
Las economías de libre mercado tienen ventajas, pero también tienen ciertos inconvenientes que se deberán tener muy en cuenta. Veámoslos.
Como ocurre con otros modelos económicos, el libre mercado no es perfecto y puede conllevar ciertos problemas de gran calado. Algo está claro: para que este sistema económico funcione, es fundamental que el mercado esté cerca de la competencia perfecta, es decir, que haya un gran número de productores y un gran número de consumidores —en este escenario, no podrían existir oligopolios o monopolios, por ejemplo—, así como que se garantice la libre competencia, es decir, que haya absoluta libertad para poder entrar y salir del mercado, tanto como productor como consumidor.
Este tipo de condiciones esenciales resultan casi imposible de conseguir, ya que siempre hay asimetrías de información, trabas a la libre competencia o prácticas anticompetitivas. Es por ello que la intervención del Estado, aunque sea mínimamente, resulta esencial para acabar con las prácticas ilícitas y las desigualdades en el mercado.
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