El déficit estructural se genera sobre la renta y los gastos de manera independiente a la influencia de los factores cíclicos de la economía, es decir, viene generado por todas aquellas decisiones tomadas por dirigentes y por situaciones cotidianas en el sector económico. Se trata de un concepto cuyo significado es discutido e interpretado de diferentes maneras, ya que no se ha establecido una definición exacta ni unos parámetros claros para calcularlo. Es el caso opuesto al superávit estructural.
Pese a que ambos son componentes del déficit público, cuando hablamos de déficit cíclico debemos saber que este si tiene en cuenta las diferentes situaciones que afectan a la economía (recesiones, bonanzas, tendencias inflacionistas…), centrándose en magnitudes de carácter macroeconómico como los ingresos y gastos públicos. En cambio, el déficit estructural ignora todo aquello relacionado con el periodo económico en el que se desarrolle. Si nos pusiéramos en una situación hipotética donde no existiese un componente cíclico, el 100% del déficit público de los países equivaldría al déficit estructural, por lo que es importante establecer la diferencia entre ambos conceptos para entender cómo se origina el déficit público.
El déficit estructural funciona principalmente como una gran medida para controlar si las finanzas públicas y la economía están avanzando por el camino correcto. Una economía con un elevado déficit estructural es un grave problema, por lo que los políticos deberán aplicar acciones eficaces a través de políticas fiscales y monetarias para solventarlo de manera urgente, sirviendo como prueba para comprobar la capacidad de respuesta de los dirigentes de un país.
Cabe destacar que, pese a ser un concepto al que se le ha dado bastante importancia, no se ha llegado a un acuerdo con respecto a las variables que componen este tipo de déficit, lo cual dificulta el proceso de análisis y cálculo del déficit estructural.
Este tipo de déficit permite realizar una valoración sobre la posición fiscal que toma una administración pública en el largo plazo, ya que no tiene en cuenta los aspectos correspondientes al ciclo económico. Esto permite valorar si se están tomando las decisiones fiscales correctas en periodos de recesión. Ya que el déficit público se ve beneficiado por ciclos positivos dentro de la economía, seguir la evolución (en este caso) del déficit estructural nos permitirá saber si se siguen aplicando las decisiones fiscales adecuadas para el largo plazo.
Aunque la economía se encuentre en una fase de crecimiento y bonanza, este déficit puede seguir presente al ser extremadamente difícil de cuantificar y eliminar. Si llega hasta el punto de superar al PIB del país, presenta un grave problema a solucionar, ya que es muy costoso financiar elevadas cantidades de este tipo de déficit. Para ello, los gobiernos tienen diferentes opciones.
Los valores de déficit estructural de un país nos pueden proporcionar información de las intenciones fiscales y monetarias que tiene un gobierno a la hora de realizar sus políticas. Pese a no tener una definición clara y no contar con unas variables preestablecidas para su cálculo, no podemos negar la importancia de este concepto a la hora de valorar si nuestra economía va o no por el buen camino.
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