El principio de prudencia es uno de los seis principios que la contabilidad de una empresa debe seguir. Esta norma nos indica que debemos registrar los ingresos en los asientos contables una vez sepamos de su efectuación, mientras que los gastos enseguida que sean conocidos.
Seguir los principios contables establecidos en el Plan General Contable es normativo para la correcta contabilidad de una empresa. Estas seis reglas (devengo, uniformidad, prudencia, no compensación, importancia relativa y empresa en funcionamiento) son conocidas como los Principios de Contabilidad Generalmente Aceptados (PCGA).
El principio de prudencia es el cuarto principio más importante y su correcta comprensión y aplicación será crucial para que tu contabilidad sea adecuada a la legislación.
El principio de prudencia indica que la empresa debe dar constancia de una transacción que le sea favorable una vez sea completada con éxito. Contrariamente, debe registrar una transacción de gasto o pérdida enseguida que sepa de su conocimiento.
Se trata de una obligación contable que restringe los asientos de ingresos a la efectuación total de los mismos, impidiendo registrar en el libro diario los ingresos futuros o aún no efectuados. Mientras que obliga a la prevención ante gastos o pérdidas futuras, obligando a su registro en cuanto sean conocidos, independientemente de la fecha de pago.
El nombre del principio proviene del concepto de “prudencia”. En contabilidad, la prudencia debe prevalecer en todo momento y deberá ser la guía principal de cualquier actuación. Esto quiere decir que nunca se deberá asumir un beneficio superior al real, ya sea contabilizando unos ingresos no efectuados u olvidando unos gastos conocidos.
La empresa se deberá posicionar siempre en el peor de los escenarios y corregir posteriormente si es necesario. Es preferible anticipar pérdidas y modificar posteriormente de acuerdo con la realidad contable demostrada, que anticipar beneficios y verse obligado a declarar pérdidas después.
El principio de prudencia es la base sobre la que construir una contabilidad verídica y homologable. Su aplicación es obligada pero no puede ser confundida o malinterpretada. A continuación veremos un ejemplo que clarifique el seguimiento de este principio y, más adelante, conoceremos ejemplos de uso abusivo y no pertinente.
Podemos distinguir dos aplicaciones diferenciadas del principio de prudencia:
Por ejemplo, si una empresa emite una factura proforma con la venta de un servicio o producto, pero aún no se ha efectuado la venta ni se ha emitido una factura final, el ingreso no debería ser contabilizado en el registro contable.
Sin embargo, si una empresa sabe de un gasto que se efectuará en un mes, pero que corresponde a la compra actual de un servicio, el gasto se contabilizará cuanto antes sea posible.
Bajo este principio, la contabilidad de correcciones de valor y amortizaciones de activos también queda afectada. La prudencia debe prevalecer y, tanto si el ejercicio se cierra con pérdidas o beneficios, la depreciación de activos o amortizaciones se deberá realizar con ajuste a la realidad y sin influencia de la cuenta de resultados. Por lo tanto; con total independencia de si se registran pérdidas o beneficios.
Una vez más, el Plan General Contable nos insta a prever el peor de los escenarios y ser prudente ante la declaración de beneficios irreales.
En ocasiones, hay quien pueda entender el principio de prudencia como un método para la provisión de gastos no efectuados o la no-declaración de ingresos obtenidos. Esta es una interpretación abusiva del principio y que entra en contradicción con otros principios del Plan General Contable como el principio del devengo.
De acuerdo con el texto del Plan, el principio de prudencia debe ser aplicado en condiciones de incertidumbre, como si se tratara de una medida de protección.
La prudencia, tanto en la valoración de activos como en el registro de ingresos y gastos, es independiente de los resultados anuales. Al mismo tiempo, debe ser aplicada con igualdad de condiciones en ambos casos.
La idea clave del principio es que, en condiciones de incertidumbre, se deberán contabilizar en el cierre de un ejercicio solo los beneficios obtenidos, a la vez que tener en cuenta todos los riesgos.
Para su correcta implementación, deberá también ser valorada junto a los otros cinco principios del plan contable, entre los que se encuentra el principio de importancia relativa y que permite la no implementación de algún principio ante consecuencias insignificantes. De este modo, la contabilidad deviene verídica y fidedigna de acuerdo con la realidad.
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