El periodo de carencia es un tipo de retraso establecido en muchas relaciones contractuales, por ejemplo, en la adquisición de un servicio o en un contrato laboral. Pero ¿en qué consiste el periodo de carencia exactamente? ¿En qué situaciones nos lo podemos encontrar?
Entendemos como periodo de carencia o periodo de espera el plazo indicado en una relación contractual para el inicio del beneficio de un derecho adquirido o bien de una obligación. O sea, se trata del tiempo transcurrido entre la firma de un contrato o el origen de un compromiso y su puesta en efecto.
De este modo, el periodo establece un tiempo durante el cual el contrato no es de obligado cumplimiento y los derechos y obligaciones derivadas de él quedan exentas, ya sea de forma total o parcial. Ahora bien, este incumplimiento deberá ser temporal y no podrá exceder el tiempo definido en el origen contractual.
La aplicación de los periodos de carencia se da en casos muy diversos y en ámbitos muy distintos. Un periodo de carencia puede tener aplicación en el contrato de un seguro de salud, en la puesta en marcha de un producto comprado, o bien, por ejemplo, en el impago de las cuotas de un préstamo.
Entre las principales características a destacar de un periodo de carencia se encuentran las siguientes:
En la contratación de un seguro, a veces se establece por contrato un periodo de carencia durante el que la aseguradora no se compromete a responder ante imprevistos u otras obligaciones de carácter mayor.
En el caso de seguros médicos, la mayoría no imponen carencias para visitas o pruebas sencillas como radiografías o análisis de sangre. Sin embargo, es habitual que prevean un plazo determinado de tiempo hasta que tengas derecho a tratamientos más complejos.
En la Seguridad Social, entendemos por “periodo de carencia” el periodo mínimo de cotización que un trabajador debe haber contribuido para obtener ciertos derechos. Por ejemplo, para obtener prestaciones de riesgos comunes, la Seguridad Social establece un período mínimo que hayas trabajado.
En contratos de préstamos y créditos, la entidad bancaria puede pactar con el cliente un periodo de espera en caso de impago. Es habitualmente usado cuanto el cliente no puede abonar las cuotas de forma temporal, pero en muchas ocasiones conlleva asumir intereses más altos o cambios en la distribución de las cuotas futuras.
Los periodos de carencia también son muy usados en la adquisición de títulos en mercados de valores como el mercado bursátil. El inversor puede pactar un plazo entre la adquisición del valor y su pago.
Esta cláusula contractual puede ser usada en tantas circunstancias distintas como tipos de contratos existen. Muchos de ellos también en ámbitos jurídicos. Por ejemplo, en la entrada en vigor de una ley, de un contrato mercantil, laboral, o incluso de una sentencia judicial. Un caso habitual sería el periodo de carencia para el pago de una multa como resultado de una sentencia judicial o de una fianza.
Como hemos visto, el periodo de carencia es aquel plazo establecido en un contrato entre la adquisición o imposición de un derecho u obligación y su efectividad. Su formalización debe ser clara y cumplir con toda una serie de características que son clave para su buen funcionamiento. Este periodo es usado en ámbitos tan distintos como en préstamos, seguros o inversiones, de modo que es fundamental procurar su correcta aplicación.
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