Existen varias medidas estadísticas para analizar la edad y el sexo de una población concreta, aunque la más común de estas medidas es, sin duda, la pirámide de población. Este tipo de gráficos son fundamentales para poder analizar las principales características de la estructura de la población en un momento temporal concreto y un lugar determinado.
Una pirámide de población es la representación a través de una gráfica de las características —en concreto, edad y sexo— de la población de una localidad, ciudad o país en concreto, en un momento temporal determinado.
La gráfica consiste en una serie de barras dispuesta en posición horizontal, de forma que la longitud de cada una de las barras es directamente proporcional al número de individuos de la población. Las barras ocupan franjas de edad que normalmente son quinquenales, es decir, van de 5 a 5 años. Sin embargo, los rangos de edad pueden ser diferentes, dependiendo de la pirámide de población con que nos encontremos.
Las pirámides de población cuentan con una serie de características. Son las siguientes:
Existen diferentes tipos de pirámides de población dependiendo de la forma que adquiere, lo cual, a su vez, dependerá de la estructura de la población (número de hombres y mujeres de una población y cómo se distribuyen en diferentes rangos de edad). Los tipos son los siguientes:
Para construir una pirámide de población es necesario construir un eje de abscisas y otro de ordenada:
La pirámide se forma con barras dispuestas horizontalmente, de forma que la longitud de la misma indica el número de personas de ambos sexos que hay en cada franja de edad.
Las pirámides de población son instrumentos estadísticos de gran importancia, ya que indican la tendencia de una población determinada en un momento temporal concreto. De esta forma, y dependiendo de la forma que adquiera la pirámide, el Estado podrá adoptar las políticas y medidas que sean oportunas.
Por ejemplo, ante un caso de una pirámide regresiva típica de los países desarrollados, resultaría conveniente adoptar políticas que fomenten la tasa de natalidad, ya que una población envejecida supone un gasto importante en salud pública y hace peligrar las pensiones en un futuro, por ejemplo. En el extremo opuesto, ante una pirámide progresiva, sería necesario adoptar medidas que mejorasen la salud y la esperanza de vida de la población.
Sin duda, con una interpretación adecuada de una pirámide de población, se podrán tomar medidas adecuadas tendentes a garantizar una estructura óptima de la población, lo que no hace sino confirmar la utilidad de este instrumento estadístico.
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