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El negocio de clonar otros del extranjero

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12 de marzo de 2019

El clonar un negocio extranjero es algo que nos podemos plantear hacer, fundamentalmente, por dos motivos:

  • Porque queremos crear una startup innovadora y vemos que existe un negocio en otro lugar donde se da esa innovación que no está todavía en España y creemos que puede funcionar aquí, es decir, para fundar una empresa y trabajar con ella.
  • Porque observamos que se ha abierto un negocio innovador en otro sitio que está creciendo mucho y, antes de que llegue a España, fundamos nosotros aquí el mismo negocio para que, cuando esa empresa en crecimiento quiera instalarse en España, deba negociar con nosotros e, incluso, comprarnos el negocio, es decir, para especular.

¡Cuidado!, clonar no es copiar

Sea cual sea el motivo de clonar un negocio, debemos plantearlo con cabeza: las condiciones y circunstancias del negocio que nos gustaría copiar no son, nunca, las mismas que las que vamos a tener aquí. Estamos pensando en clonar negocios aparecidos en Estados Unidos, que es lo más habitual.

La regulación legal con que vamos a tener que desenvolvernos no tiene que ser igual que la que tiene el negocio de origen; existe un sinnúmero de leyes, reglamentos, normas europeas, españolas, autonómicas, municipales que regulan el funcionamiento de, prácticamente, cualquier tipo de negocio. Las licencias para hacer o vender determinadas cosas, la regulación de la competencia o la protección de datos, por ejemplo, son particulares de aquí y el negocio de origen se creó sin ellas.

El mercado, no sólo la capacidad económica de los compradores potenciales y la elasticidad de la demanda, sino los gustos, deseos y necesidades del público no tienen por qué ser los mismos y, muchas veces, no tienen nada que ver.

Las condiciones de financiación, desde la posibilidad, prohibición o regulación diferente de microcréditos o crowdfunding, sus consecuencias ante Hacienda y, también, las condiciones de los bancos y entidades financieras, los tipos de interés, las formas de financiación: por ejemplo, mientras un banco americano da créditos para empresas de los que sólo responde el negocio, aquí en España una persona física que pide un préstamo responde de él con todos sus bienes presentes y futuros, los que destina al negocio y todos los demás que tenga, por lo que se juega es más que el americano que ha abierto el negocio.

La oferta que ya exista de ese producto o servicio o de bienes sustitutivos del mismo: debemos analizar su naturaleza, sus costes y precios y cómo puede afectar a las posibilidades de venta de nuestro nuevo producto.

Otras barreras como dificultades de entrada en el mercado de productos o servicios que la gente no conoce o el posible excesivo coste que puede tener implementar ésto.

La conclusión que sacamos de todo esto es que, aunque nos fijemos en un modelo de éxito y que funciona en EEUU, debemos analizar cada detalle del negocio y buscar su encaje y adaptación a nuestra realidad: de cómo comercializar el producto, fijar los precios y cambiar la estructura de los costes, por ejemplo.

De este análisis debemos conseguir conclusiones lógicas y objetivas que pueden aconsejarnos no iniciar ese tipo de negocio o hacerlo pero sabiendo cómo.

Clonar empresas extranjeras no es nada nuevo

Se ha hecho siempre.

Quizá los casos más llamativos serían los de Pepín Fernández y Ramón Areces en los años 40 del siglo pasado.

Pepín Fernández fue un asturiano que emigró a América y acabó trabajando en La Habana, en los Almacenes el Encanto que eran un negocio absolutamente innovador y con gran éxito.

En los años 30 volvió a España, instalándose en Madrid, donde fundó, en 1934 Sederías Carretas y en 1943 Galerías Preciados.

El enorme éxito que tuvo en estos dos negocios, tanto en Sederías Carretas como en Galerías Preciados, fue la consecuencia de clonar aquí el negocio que conocía bien en la Habana y donde había trabajado muchos años.

La diferencia más importante con los negocios del mismo sector que ya existían en España no fue el tamaño (primero una gran tienda y luego unos grandes almacenes) aunque esto del tamaño también fue una innovación.

La diferencia más importante fue el trato con los clientes y un nuevo concepto de marketing que aquí no existía: en las tiendas tradicionales españolas, hasta entonces, no se exponían las mercancías a vender, estaban guardadas en cajas o cajones.

El cliente acudía a la tienda tradicional y tenía que decirle al dependiente que estaba buscando, sólo entonces el dependiente abría el cajón o la caja donde estaban los productos y sólo entonces veía el cliente, por primera vez, la mercancía.

La innovación que clonó aquí Pepín Fernández fue que sus negocios tenían toda la mercancía expuesta, en expositores de cristal, en estantes, con carteles publicitarios y en los escaparates: el público veía desde el primer momento (incluso antes de entrar en la tienda) lo que se podía comprar allí y no solo iba a buscar algo que necesitaba sino que podía decidirse a comprar otras cosas que no iba buscando pero que ha visto y le convienen.

Esto es innovar y esto es adaptarse, como hemos dicho.

A este ejemplo podemos añadir otros como el de Ramón Areces que acabó fundando El Corte Inglés con una historia muy similar a la de Pepín Fernández (él también trabajó en los almacenes El Encanto de La Habana) y otros más como el cubano Leopoldo Fernández Pujals que fundó en 1987 Telepizza aquí en España y que hoy en día es la mayor cadena de venta de Pizzas en el mundo no procedente de Estados Unidos; o el mejicano Plácido Arango, fundador del grupo VIPS, hecho a imagen y semejanza de negocios que ya existían en su país de origen.