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¿Qué es el modelo Keynes o Keynesiano?

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3 de junio de 2019

Procedente de la aparición del capitalismo y de las revoluciones burguesas e industriales, el Siglo XIX fue, en Occidente, una época de prosperidad y pleno empleo.

En los Estados Unidos, durante todo ese tiempo y hasta la Crisis de 1929, el paro era friccional, es decir, se movía en niveles del 2% ó 3%, lo que podemos llamar pleno empleo.

Los estudios clásicos de economía nos decían que el mercado encontraba siempre su propio equilibrio y que los problemas que pudieran surgir se solucionarían por sí solos.

La gran depresión

En los felices años veinte hacerse millonario en Norteamérica era muy fácil.

El mercado secundario de valores, la bolsa de Wall Street, cuya misión es encauzar el ahorro y financiar a las empresas, no se dedicaba a cumplir esta misión sino, más bien, a jugar y especular, los precios de las acciones subían constantemente y todo el mundo, por pobre que fuera, tenía acceso a créditos bancarios fáciles para comprar en la bolsa y revender con grandes ganancias.

Lo que acabamos de describir se llama burbuja financiera y ya había ocurrido antes (por ejemplo en la Holanda del Siglo XVII) y ha vuelto a ocurrir otras veces.

En una burbuja financiera los precios del producto objeto de esa burbuja, en este caso las acciones, aumentan constantemente de valor sin ningún motivo real, haciendo rico a todo el mundo. Sin embargo este aumento de valor, al no estar sustentado en nada, desaparece de pronto, cuando estalla la burbuja, en la primera ocasión en que alguien no compra a los precios del momento y lo ve todo el mundo, desatándose el pánico y desapareciendo toda la riqueza.

Y no solo es que desaparezca la riqueza conseguida, los inversores se habían endeudado con los bancos para comprar acciones y ahora no pueden devolver esos créditos que se dieron de manera un tanto frívola, muchos bancos quiebran así como muchas empresas que cotizaban en la bolsa y cuyos títulos ahora no valen nada, lo que les hace imposible financiarse y también quiebran.

El cierre de bancos y empresas produce desempleo, que en los Estados Unidos a principios de los años treinta llegó a niveles superiores al 25%, y los trabajadores que sí tenían empleo comenzaron a cobrar salarios mucho menores, con lo que los potenciales consumidores no tenían dinero en el bolsillo para consumir y ello crea un círculo vicioso macroeconómico, porque las empresas encuentran que la demanda agregada del mercado es demasiado corta para colocar en él su producción y la crisis se va agravando cada vez más y empobreciendo a todo el mundo.

En esta nueva realidad el Producto Nacional Bruto (PNB) real queda muy por debajo del PNB potencial y las teorías clásicas, de que hablábamos al principio, se demostraron irreales e ineficaces para hacer frente a una situación que empeoraba cada vez más y de la que no se veía una solución clara.

Keynes

John Maynard Keynes nació en 1883 en el seno de una familia de profesores universitarios de Cambridge, es decir, vivió sus primeros años en la Época Victoriana: en una familia acomodada en el país que era, entonces, prácticamente el dueño del mundo.

Era economista y profesor de Cambridge, publicó muchos libros entre los que ha destacado su obra de 1936 “Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero”, que fue el principio de la llamada revolución keynesiana y por el que ha sido comparado con grandes teóricos de la economía como Adam Smith o Karl Marx.

Aunque tiene muchos aspectos que se consideran muy discutibles, las teorías de Keynes son un análisis muy fundado del gran problema del momento, la gran depresión, y tienen la virtud de romper con los esquemas clásicos.

Una gran diferencia entre Keynes y los clásicos es que a aquél le importa, y mucho, el corto plazo y no tiene confianza ni interés en que los problemas se acaben resolviendo a largo plazo.

El gasto agregado

Keynes diferencia el gasto agregado de la demanda agregada ya que mientras esta última varía y depende del nivel de los precios el gasto agregado depende del nivel de los ingresos del que gasta.

La demanda agregada de un territorio está compuesta por el consumo, el gasto público, la inversión y el sector exterior.

De estos componentes el más importante es el consumo. El consumo depende totalmente del nivel de ingresos de las familias, si no tienen ingresos económicos no pueden consumir por muy baratos que estén los productos.

Este mismo condicionante se aplica al ahorro y la inversión, si no hay entradas de dinero no se van a producir.

Las exportaciones y la balanza comercial con el exterior ya es otra cosa, son independientes del nivel de ingresos de la población pero se pueden ver afectadas, para bien o para mal, por medidas de política económica como al ser gravadas con impuestos o cuando se fijan los precios del territorio por Ley, con lo que la población va a consumir sus propios productos, más baratos, y no comprará los de exterior, por ejemplo.

El problema es que esta economía con alto nivel de paro y bajos salarios sigue estando equilibrada y será muy difícil que, por si sola, consiga remontar la crisis.

El sector público

De los cuatro factores que hemos enumerado en el punto anterior, el único (además de las exportaciones) que no depende del nivel de ingresos es el gasto del gobierno, que depende de la política económica del gobierno.

Los impuestos son un factor que distorsiona el mercado, los ingresos de las familias que puedan destinar al gasto y al ahorro se ven disminuidos por la presión fiscal.

Para Keynes la política económica del gobierno debe estimular el consumo agregado, es decir, dejar dinero en manos de las familias y financiar el gasto por otros medios como el déficit público a través de la devaluación de la moneda (emitiendo billetes) y del endeudamiento del Estado.

El gasto público aquí puede ser el motor que desequilibre esa economía equilibrada (y viciada) con paro y subproducción para aumentar el consumo: la realización de grandes inversiones públicas pone en circulación dinero en forma de beneficios empresariales y nóminas de los trabajadores lo que puede reactivar su gasto agregado y solucionar la crisis.

Esto se complementará con otras políticas públicas respecto de los tipos de interés del dinero y de su valor en el mercado de divisas. Las tasas de interés de la deuda pública deben estar equilibradas para fomentar, por un lado, la financiación del Estado y, por otro, que los inversores tengan dinero en el bolsillo para consumir más.