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El turismo gastronómico, cómo podemos aprovecharlo

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27 de febrero de 2019

Datos económicos del turismo

En España el turismo es una importantísima fuente de ingresos económicos: durante el año 2017 supuso un 14,9% del PIB total de nuestro país, produciendo unos ingresos totales en la economía española de 172.900 millones de euros en dicho periodo (incluyendo los directos y los indirectos), y sigue creciendo cada año.

De hecho, según las estadísticas de la Organización Mundial del Turismo, España es la tercera potencia del mundo solo por detrás de Francia y de Estados Unidos, muy cerca de las dos anteriores y con unos crecimientos, como hemos dicho año a año, muy importantes.

El modelo tradicional

El modelo turístico español de la época del desarrollismo, de los años 60 del Siglo XX, aunque es algo a lo que debemos estar agradecidos porque ha sido el responsable del crecimiento exponencial del turismo y el desarrollo de nuestra industria turística, también es algo que debe evolucionar para conseguir una industria turística de mayor calidad y con mayores ingresos.

Este modelo, de sol, playa y paella ha ido funcionando bien (y todavía funciona bien) pero es necesario diversificar y evolucionar.

El turismo gastronómico

Afortunadamente, además del sol y la playa, España tiene un patrimonio cultural impresionante, desde las catedrales góticas a la Sagrada Familia, desde el Museo del Prado a la obra de Picasso, la visita a museos, iglesias, espectáculos; el turismo cultural es ya una realidad y puede evolucionar muchísimo en nuestro país.

Este turismo cultural está creciendo entre los visitantes extranjeros y se da muy poco entre los turistas nacionales; en el año 2017 el turismo cultural produjo en España 13 millones de visitantes extranjeros que gastaron directamente en España más de 14.000 millones de euros.

En este ámbito del turismo cultural una parte muy importante es el turismo gastronómico, las personas que acuden a determinados lugares para probar la comida típica de los mismos.

En España este tipo de oferta turística es especialmente apropiada ya que, seguramente, es el lugar del mundo (junto con Francia) donde mejor se come.

Y esto es así no sólo por la calidad de los productos y por la bondad de las tradiciones y sabiduría de la cocina española; también es porque es donde existe una variedad mayor de cocinas o tradiciones culinarias diferentes en las distintas regiones de nuestro país.

Aunque lo que conocen los extranjeros es, siempre, la paella y el lugar común de todos los españoles sea la tortilla de patata, más allá de estos tópicos existen muchas más cosas a probar, desde las hortalizas catalanas (los Calçots o la escalivada), la huerta murciana, la carne en Castilla León, la fabulosa cocina gallega en la que todo está maravilloso, de la ternera o el pescado al marisco, la fabada asturiana, el bacalao vasco, el pescado y marisco andaluz, etc.

Según las estadísticas, los turistas que acuden a un lugar para probar su gastronomía son personas de buen poder adquisitivo, que permanecen varios días en el lugar para conocerlo bien (todo lo contrario del tópico del turista que no se baja de un autobús para recorrer el lugar a toda velocidad) y son personas de un nivel cultural alto.

Beneficios que produce el turismo gastronómico

Permite el desarrollo turístico de zonas que no tienen playa ya que el turismo de Sol y playa sólo puede darse en las costas, fundamentalmente del mediterráneo.

Lugares maravillosos como Toledo, Santiago de Compostela, Córdoba y otros muchos que no están en la misma playa y/o que no tienen el maravilloso clima soleado del Mediterráneo pueden proporcionar un atractivo turístico gracias, en parte, a su buena gastronomía, lo que se completará con el resto de la oferta cultural, que no es poco.

En segundo lugar potencia el desarrollo económico de la producción agrícola y ganadera de la región que suministra productos para la elaboración de esos platos que vienen a buscar los turistas gastronómicos.

Permite desestacionalizar el turismo que ya no vendrá solo en verano a la playa sino durante todo el año a cualquier lugar del país, porque no busca el clima o el sol sino otras perspectivas.

Tiene un impacto económico y cultural mejor que otro tipo de turismo; como hemos dicho más arriba el turista gastronómico es más culto y con mayor poder adquisitivo así que no estamos hablando de esos paquetes turísticos baratos con los que viene un inglés a emborracharse y armar escándalo, nuestro turista gastronómico suele ser una persona culta y normal y, en cuanto a los precios, admite mayores márgenes de beneficio, lo que redundará en la mejora de su experiencia con nosotros y, obviamente, en nuestros resultados económicos.

Cómo debe ser esta oferta de turismo gastronómico

No debemos olvidar que no estamos dando un menú del día, estamos ofreciendo una experiencia gastronómica y cultural.

Para poder aprovechar estas ventajas debemos ofrecer lo que ese turista busca, en concreto:

  • La oferta debe ser auténtica en todos sus aspectos: desde la decoración o el vestuario a ofrecer productos del lugar, platos verdaderamente tradicionales, todo lo encaminado a ofrecer una experiencia verdadera de lo que vienen a buscar.
  • Calidad y cantidad en todo el negocio de la hostelería y, de manera muy especial, en el turismo gastronómico el precio no es el factor más importante, lo que quiere el cliente es comer bien por lo que si conseguimos que quede satisfecho con la comida merece la pena aunque tengamos que cobrar un poco más, lo va a agradecer.
  • Dar información sobre la comida del lugar debemos conocer perfectamente nuestros platos, sus orígenes e historias, los de los ingredientes, porque el turista nos puede preguntar.
  • Ofrecer un lugar agradable y confortable en el que las mesas no estén encajonadas para aprovechar más el espacio y donde se pueda comer y conversar con tranquilidad y comodidad.