Know How es un término anglosajón que podemos traducir como “saber hacer”. Se aplica respecto a las empresas y hace referencia a todos los conocimientos que permiten que ciertos productos o servicios puedan llegar al mercado.
Este término se aplica hoy en día en todos y cada uno de los procedimientos que se llevan a cabo dentro de una empresa y que son imprescindibles para que la misma pueda ofrecer sus productos en el mercado.
Esto implica conocimientos teóricos y prácticos a nivel técnico, a nivel administrativo e incluso a nivel de marketing.
Dentro de ellos podemos encontrar factores tan diversos como fórmulas, procedimientos, habilidades, bases de datos, datos de clientes o datos de proveedores.
Todos esos conocimientos juntos consiguen que la empresa pueda hacer un producto o especializarse en un servicio y ofrecerlo en el mercado con éxito.
Este saber hacer es tan importante que las empresas prefieren guardarlo en secreto, ya que en muchos casos en él está la clave para poder diferenciarse de la competencia. Por eso se considera un activo intangible con un gran valor.
Medir algo que es intangible es muy complicado. Máxime si tenemos en cuenta que se trata de conocimientos que se han ido desarrollando a través de la práctica habitual hasta llegar a perfeccionarse.
Son un conjunto de experiencias o prácticas exitosas, de ahí que resulte tan complicado dar un valor a las mismas.
Lo único que se puede hacer si de verdad se quiere medir el know how de una empresa es atender a sus resultados a nivel económico. Si está obteniendo beneficios y destacando frente a la competencia, está claro que hay una serie de buenas prácticas que están dando sus frutos.
Sí, de hecho es imprescindible que las empresas formen a sus nuevos empleados en aquellas prácticas que son beneficiosas para el proceso industrial.
En muchos casos suele haber un manual que recoge todo lo que los trabajadores de nuevo ingreso deben saber. Pero, lógicamente, siempre surgen dudas que se irán resolviendo durante la práctica.
Si una empresa quiere que su know how de verdad sea exitoso debe primero invertir tiempo y dinero en formar a sus trabajadores, para que todos puedan conocer ese saber hacer.
Además de la formación teórica, la práctica es esencial. Por eso en muchos casos se utiliza el sistema de rotación de puestos para que los trabajadores puedan hacerse una idea de cómo es el trabajo en otros departamentos.
Todo trabajador que ingrese de nuevas en una empresa debe pasar por un período de formación tanto teórico como práctico. Lo normal es que se le atribuya un supervisor para que le ayude durante las primeras semanas.
A veces ese saber hacer sale de la propia empresa matriz para expandirse por sus filiales. Es lo que ocurre con las franquicias.
Uno de los pasos más importantes a la hora de que un empresario se convierta en franquiciado es su formación. La empresa matriz pone especial atención en formar a los nuevos franquiciados para que su negocio se ajuste a lo que los clientes esperan.
En las grandes franquicias absolutamente todo el trabajo está regulado. En la mayoría de los casos el franquiciado no tiene autonomía para decidir cómo va a hacer una hamburguesa o cómo va a montar el escaparate con las prendas de temporada.
Se busca así que el negocio sea lo más homogéneo posible. Que de cara al cliente los diferentes establecimientos de la franquicia sean iguales.
Este sistema de trabajo aporta beneficios a todos los niveles a la empresa:
Ya hemos visto que el saber hacer que aplica cada empresa es un activo intangible que puede llegar a tener un gran valor, de ahí la importancia de protegerlo.
Por eso no es raro que empresas que dan un gran valor a este conjunto de mejores prácticas y quieren mantenerlas en secreto obliguen a sus empleados a firmar contratos de confidencialidad.
El objetivo es evitar a toda costa que ese know how pueda llegar a manos de la competencia.
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