Es bien sabido que las economías de los países atraviesan de forma alterna períodos en los que la actividad económica se expande y en otros, se contrae. En este último caso hablamos de “recesión económica”. Es lo que se conoce como ciclo económico. En palabras de Keynes “una recesión económica se produce cuando, queriendo acumular liquidez, las familias y empresarios pierden la confianza y dejan de invertir”.
En el presente artículo vamos a acercarnos a este período del ciclo económico que, paradójicamente, siempre viene precedido por años de bonanza y prosperidad económica, de tal forma que no puede entenderse una situación de recesión sin un previo período de expansión y crecimiento económico.
Hemos de comenzar diciendo que ni entre los economistas de prestigio mundial ni a nivel de instituciones y Organismos internacionales, existe un consenso global a la hora de definir lo que es una recesión económica, por lo que dar una definición de lo que es esta fase del ciclo económico no es posible. Ello no obstante se admite como idea general que:
Para precisar un poco más esta idea, Julius Shiskin, comisionado en la Oficina de Estadísticas Laborales de los Estados Unidos, publicó en 1.975, en el New York Times, un artículo en el que exponía su criterio de que para hablar de recesión, se debe dar un decrecimiento económico sustentado durante dos trimestres consecutivos, lo cual deja de lado la idea de que la recesión se deba identificar, necesariamente, con registros económicos negativos, ya que cabe perfectamente entrar en recesión al término de un período expansivo sin que por ello la economía presente un crecimiento negativo.
La principal causa de la recesión económica es la sobreproducción durante los años de bonanza económica. Estos años se caracterizan precisamente por un crecimiento económico (sustentado en la liquidez y por tanto en el consumo de las familias) y de incremento de precios. Sin embargo, ese incremento en los precios (materias primas y vivienda sobretodo), obliga a las familias y a las empresas a endeudarse al socaire de la bonanza económica, lo que provoca que a la larga la economía se ralentice, entrando en recesión. Otras situaciones que coadyuvan a la creación de una situación de recesión económica son la disminución del consumo por escasez de demanda (las familias se preocupan por el futuro, por lo tanto, no consumen), el parón en la política de I+D, así como la reducción de formación de nuevo capital, y, por supuesto, la corrupción política y económica.
La recesión se caracteriza por una reducción de casi todas las variables económicas:
Interesa distinguir la recesión de la depresión o crisis económica. En una situación de depresión se produce una disminución sostenida en el tiempo (ya no estamos hablando simplemente de dos trimestres) tanto de la producción como del consumo. A ello hay que añadir el desempleo, la restricción del crédito, la caída de la producción y de la inversión y fluctuaciones de divisas que terminan en devaluaciones monetarias. Lo importante, la gran diferencia entre una recesión y una depresión estriba en que mientras que la recesión se considera como una desaceleración económica pasajera que entra dentro de lo normal en el ciclo económico, la depresión significa alcanzar el nivel más bajo de ese ciclo. Según se publicó en The Economist el 30 de diciembre de 2.008 los dos criterios principales para distinguir una depresión de una recesión son una disminución en el PIB real que se sitúe por encima del 10%, o una situación de recesión que dure más de tres años.
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