El diccionario de la Real Academia Española define coste como “Gasto realizado para la obtención o adquisición de una cosa o de un servicio”, coste de producción como “Conjunto de gastos para la producción de bienes y servicios” y coste marginal como “Aumento de los costes de producción al incrementar en una unidad la cantidad producida”; estos conceptos sobre la idea de “coste” (que vienen a ser distintas formas de ver la misma realidad pero desde diferentes puntos de vista) son las que van a estructurar este artículo.
La primera acepción de la idea de coste que hemos visto se refiere a lo que gastamos para la obtención del bien o servicio en cuestión.
Según ella, el coste de un producto es lo que pagamos por él.
Matizando esta afirmación debemos diferenciar lo que podemos llamar:
Para un consumidor
Si somos consumidores finales está muy claro que el coste de los bienes o servicios que adquirimos es el precio pagado por ellos, con independencia del valor que dichos bienes o servicios tengan para nosotros dependiendo de nuestras circunstancias personales.
No debemos cometer el error de confundir los términos “coste” y “valor”; lo que vale una cosa para nosotros no tiene por qué coincidir con lo que nos ha costado.
Para una empresa
Si somos una empresa y los bienes o servicios que compramos están destinados a nuestra actividad económica el precio que pagamos (al que llamamos coste de adquisición) va a determinar la valoración del elemento contable de ese bien o servicio (sea como elemento del activo o como gasto).
Dicho valor contable está, en momentos posteriores, sujeto a matizaciones y modificaciones (siempre siguiendo la normativa contable y fiscal) de varios modos:
Como empresa el valor contable o el de coste (coincidan o no) no tienen, necesariamente, por qué reflejar lo que vale ese elemento patrimonial o servicio para nosotros; una máquina que produzca los bienes que nos dedicamos a producir tiene un valor para nosotros que no tendría para otro que no se dedique a nuestra actividad; si vendiéramos esa máquina por el precio que nos puedan pagar por ella (que será, normalmente, su precio de mercado) no nos va a aportar el valor económico que nos aportaría si siguiéramos utilizándola para producir nuestros bienes o servicios, salvo caso de cambios en nuestra actividad productiva o de obsolescencia.
El coste de un elemento del activo de la empresa no será el de adquisición si es un bien o servicio lo hemos producido nosotros, donde su valor contable vendrá fijado por lo que hemos gastado en dicha producción (en total con el uso de materias primas, horas de trabajo, utilización de equipos y otros gastos análogos).
Lo mismo sucede con otro tipo de elementos patrimoniales (normalmente inmateriales) como, por ejemplo, una patente que será el resultado de gastos de investigación y desarrollo necesarios para su obtención y otros análogos.
Coste de producción
Para nuestra empresa el cálculo de los costes de producción de nuestros bienes o servicios es fundamental, no sólo para ayudarnos a fijar los precios (que también) sino y, sobre todo, para darnos información fundamental sobre nuestra actividad económica en términos de su viabilidad, adecuación, productividad y rentabilidad.
Está claro que si nos dedicamos a la producción de bienes o servicios necesitamos obtener beneficios de dicha actividad, beneficios que normalmente serán rendimientos económicos directos, pero no siempre (es posible que obtengamos beneficios de la producción de algo que genere pérdidas económicas si ello nos compensa, económicamente, por otro lado).
La clasificación económica de nuestros costes empresariales contiene los siguientes conceptos:
Estos conceptos de costes nos van a dar información sobre nuestros métodos de producción (como hemos ya dicho) y también sobre las cantidades de producto que debemos producir para que sea rentable, hallando el llamado punto muerto o momento en que hemos producido ese producto en cantidad suficiente para que no produzca pérdidas y, a partir del cual, va a producir beneficios (al precio que podamos pedir por él según las circunstancias y que, normalmente, será el precio de mercado).
Estos cálculos de costes deben hacerse con una visión global de nuestro negocio; no nos podemos limitar a los datos de la producción de un determinado bien o servicio si producimos otros sino realizar los análisis en conjunto (como hemos dicho antes, es posible que las pérdidas económicas en la producción de un producto nos compensen en la venta de otro, por ejemplo).
Es totalmente imprescindible una buena programación para que nuestra actividad económica merezca la pena.
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