Una buena planificación en la fase de emprendimiento de un negocio puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso del proyecto. Quien está detrás de la idea debe asegurarse de tener recursos suficientes para ello y también para poder hacer frente a posibles necesidades económicas accesorias. Para ello, nada mejor que contar con un plan de inversiones.
Es un modelo o guía a seguir. Determina cuáles son los objetivos a conseguir con las inversiones actuales o futuras y tiene además en cuenta los costes asociados a la fase de inicio de un negocio.
No obstante, a lo largo del ciclo de vida de un proyecto suele ser necesario elaborar nuevos planes de inversiones cuando llega el momento de tomar decisiones financieras. Esto implica que junto al plan de inversión inicial también hay:
Es quizá el más complicado de elaborar, puesto que es habitual que el emprendedor no tenga datos exactos sobre lo que va a tener que gastar. Se trata, por tanto, de hacer una estimación de gastos a corto y medio plazo que sea lo más realista posible.
En este plan se suelen incluir por un lado las inversiones realizadas (compra de un local, maquinaria, etc.) y por otro los gastos corrientes que habrá que afrontar en los primeros meses de actividad (impuestos, suministros, proveedores, etc.)
Dentro del plan de inversión inicial hay que elaborar un inventario valorado. Esto implica que cada uno de los gastos debe estar lo mejor presupuestado posible.
Aunque elaborarlo puede implicar invertir una importante cantidad de tiempo, cuanto más meticuloso sea ese inventario valorado mejor sabrá el emprendedor cuánto tiene que gastar. Si además, une esta información a la derivada del plan de ventas, podrá saber si su idea es o no realmente rentable.
Este documento debe detallar todos los gastos que son necesarios para poder poner en marcha un negocio. No existe una estructura fija, el interesado puede darle al documento la forma que prefiera, pero es importante que las diferentes partidas estén debidamente ordenadas.
Un ejemplo puede ser:
Establecer los diferentes requerimientos de inversión por separado puede ayudar a ver mejor en qué se va a gastar cada partida de dinero y si es posible el ahorro en algunas de ellas.
Sumando las diferentes partidas se obtiene la cifra concreta que hace falta para poner en marcha el negocio.
La puesta en marcha de un proyecto de emprendimiento requiere de mucha planificación y de detallarlo todo por escrito para poder tomar mejores decisiones. El plan de inversiones no es sino una de las partes que integran el plan económico-financiero, que a su vez forma parte del plan de empresa.
El plan de inversiones permite hacerse rápidamente una idea de la cantidad de dinero que hay que gastar, mientras que el plan económico-financiero determina cómo se van a cubrir las necesidades de financiación.
El plan de inversión también se puede aplicar a la hora de examinar las diferentes alternativas para hacer crecer los ahorros. En este caso su finalidad es funcionar como una especie de guía para que las inversiones presentes y futuras sean lo más rentables posible.
Para ello es necesario que el inversor evalúe primero su situación personal, puesto que el perfil puede cambiar según se trate de una persona más joven o de alguien que ya esté cercano a la edad de jubilación.
También hay que tener en cuenta la situación financiera actual y cuánto dinero se tiene disponible para invertir. En este sentido, es fundamental fijarse un presupuesto y también determinar el riesgo que se está dispuesto a correr.
El plan no estará completo si no se han fijado unos objetivos concretos para las inversiones y un plazo para conseguirlos. Una vez que se tiene toda esta información resulta mucho más sencillo examinar las diferentes opciones de inversión y escoger las mas adecuadas.
Ya sea a nivel profesional o particular, un plan de inversiones es fundamental para asegurarse de que se va a conseguir rentabilidad a cambio del dinero que se va a poner en juego.
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