Activo depreciable
En una contabilidad los elementos de activo fijo (o no corriente) son aquellos bienes y derechos de todo tipo (muebles o inmuebles, materiales e inmateriales) que la empresa posee con la finalidad de utilizarlos en su actividad económica (en el proceso productivo de bienes o servicios, en su administración o para otros usos como su arrendamiento), cuya duración útil es mayor de un año y que no están destinados a su venta en la actividad normal del negocio.
¿Qué es un activo depreciable?
Hablamos de activo depreciable para referirnos a elementos patrimoniales, generalmente del activo no corriente, cuyo valor decrece durante el tiempo que dura su vida productiva (que, por definición, es de más de un año).
Normalmente los activos depreciables suelen ser, como acabamos de decir, los activos fijos; no suele ocurrir que un activo circulante se deprecie, salvo casos muy especiales.
Si compramos mercancías para revenderlas o materias primas para producir, con ellas, bienes o servicios esta compra puede producir resultados económicos negativos, pero esto no sería una depreciación sino, mas bien, un mal negocio.
Causas de la depreciación
Esta disminución de valor de elementos del activo fijo se produce, fundamentalmente, por cuatro motivos:
- El uso el mero hecho de utilizar un activo produce esta pérdida de valor; por ejemplo, una máquina que está diseñada para producir un determinado número de artículos irá teniendo menos valor según los vaya produciendo porque, obviamente, su capacidad de producir va disminuyendo.
- El transcurso del tiempo al utilizar estos bienes se produce un desgaste natural.
- La obsolescencia, constantemente van apareciendo modificaciones, mejoras e innovaciones técnicas que hacen que una unidad productiva pierda precio.
- El agotamiento en activos que van a ser explotados y cuya explotación hace que pierdan capacidad de ser explotados en el futuro, ocurre mucho en actividades extractivas (como una mina) o en la obtención de recursos naturales.
El cálculo de la depreciación, en el caso de que tengamos que hacerlo, se hará teniendo en cuenta los factores que acabamos de enumerar y, partiendo del valor de su adquisición, tendremos en cuenta factores como la vida útil que le queda (en tiempo o en unidades producidas) o su precio actual en el mercado (valor neto realizable) o lo que esperamos de él (valor en uso).
Si esta revisión de valor se produce cuando todavía está en uso el bien supondrá un cambio de su valor contable y si el bien ya ha terminado su vida útil entonces hablamos de valor residual.
Activos fijos no depreciables
Como hemos dicho, generalmente son los activos fijos los que son depreciables, pero no todos ellos lo son, hay excepciones.
- Los activos que no están en uso que, al no ser utilizados no pueden ser objeto de depreciación.
En este grupo encontramos los edificios en construcción o la maquinaria y equipo en montaje. Una vez terminados y cuando comencemos a utilizarlos para nuestra actividad productiva debemos asociar a su producción los gastos que hemos hecho para su generación.
- Los solares y terrenos la regulación legal considera que no se deprecian nunca porque su configuración y extensión no varía.
Esto es verdad sólo hasta cierto punto, por ejemplo, un terreno de uso agrícola si puede desgastarse y llegar a perder hasta todo su valor con su uso. También podrían ocurrir accidentes naturales que pueden variar el valor del terreno e, incluso, hacerlo desaparecer totalmente.
Depreciación y amortización
Mientras, como estamos viendo, la depreciación es la constatación de una pérdida en el valor del activo, la amortización es un instrumento destinado a distribuir el gasto que supone la adquisición de un activo no corriente a lo largo de sus años de vida.
Los dos conceptos, depreciación y amortización, son muy parecidos (casi sinónimos) porque, en realidad, lo único que cambia es el punto de vista, la depreciación desde el valor del activo y la amortización desde el gasto que soportamos por dicho activo.
En todo caso existen depreciaciones que no son producto de la amortización como los deterioros de los que hablamos a continuación.
Y, por el contrario, existen elementos amortizables que, por definición, no se deprecian como el solar donde está construido un edificio (aunque pueda variar su valor según el mercado inmobiliario).
En conclusión: uno de los medios por los que nos está permitido computar contablemente la depreciación de un activo fijo es su amortización que produce un cambio en el valor contable de dicho activo ya que dicho valor contable será el de su valoración en su cuenta (normalmente su precio de adquisición o producción) menos su amortización acumulada.
En todo caso la amortización es un gasto y, por ello, la depreciación que representa va a computar en la cuenta de resultados como tal gasto.
Depreciación y deterioro
A diferencia de la amortización, el deterioro se computa a través de una corrección valorativa (generalmente realizada antes del cierre de cada ejercicio) para ajustar el valor de un activo a su valor recuperable.
En este caso la depreciación que se produce no es la prevista en el momento inicial, estamos hablando de pérdidas de valor que no se producen por el uso normal y continuado del activo sino por otros factores no previsibles en un principio como una obsolescencia anticipada en el tiempo o un desgaste anormal o, en el caso de activos (fijos o circulantes) financieros por circunstancias del mercado.
El cómputo de un deterioro de un activo, en los casos que nos lo permite la normativa fiscal y contable, afectará siempre a la cuenta de resultados como gasto o pérdida: según esté regulado en cada caso concreto su reconocimiento se hará contra una cuenta de gasto o directamente contra la cuenta de pérdidas y ganancias.
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