No cabe duda de que cada cual es dueño de cómo llevar sus finanzas personales, pero la realidad es que no siempre somos capaces de seguir una metodología rigurosa y efectiva. A este respecto, vamos a analizar el balance personal, una útil herramienta que extrapola ciertos conceptos de finanzas empresariales a la economía familiar.
Los balances personales son informes que muestran la situación financiera de una economía doméstica; todas las economías domésticas constan de una serie de ingresos y gastos, y lo que se hace en un balance personal es, básicamente, aglutinarlos y ponerlos en orden.
En estos balances se detallan los tres elementos financieros principales: los activos, los pasivos y el patrimonio. Vamos a entrar en detalle sobre cada uno de ellos.
Son los bienes que tienes en propiedad: inmuebles, cuentas corrientes, depósitos, letras, bonos, acciones, participaciones… Si quieres más precisión en tu balance personal, puedes aprender un poco sobre los balances de empresa, donde los activos se subdividen entre activos fijos y activos circulantes.
Los activos fijos (corrientes) son aquellos más difíciles de convertir en dinero:
Los activos circulantes (no corrientes) son los que están próximos a convertirse en dinero, o cuya conversión en dinero es relativamente sencilla:
Son las deudas que has contraído y que aún estás pagando: un préstamo hipotecario, una tarjeta de crédito, una compra a plazos, las letras del coche, las cuotas del alquiler, recibos de consumo…
Análogamente, puedes distinguir entre pasivo fijo (corriente) y pasivo circulante (no corriente). Así, el pasivo fijo serían tus deudas a largo plazo, como la hipoteca, el crédito por tu vehículo, o un préstamo personal relativamente cuantioso; el pasivo circulante son las deudas que tendrás que satisfacer pronto, como un microcrédito, los recibos del alquiler de una vivienda, o los pagos recurrentes que realizas por tus suscripciones.
Es la diferencia entre tus activos y tus pasivos o, lo que es lo mismo, la resta de tus bienes menos tus deudas (la cuenta definitiva de ingresos - gastos).
Haciendo de nuevo la comparativa con los balances de empresa, el valor de tu patrimonio dará la capacidad que tienes para autofinanciarte, es decir: sostenerte por ti mismo a razón de tus ingresos y tus gastos.
Una vez que hayas hecho acopio de todos los datos de tus activos y pasivos y los hayas plasmado en alguna herramienta que te permita hacer cálculos, por ejemplo, una hoja de Excel (aunque nada te impida seguir el método tradicional de cuaderno y calculadora), llega el momento de interpretar tu balance personal.
El primer aspecto que analizarás será, evidentemente, el resultado del patrimonio: si es negativo, tienes motivos para preocuparte, puesto que significa que no tienes capacidad financiera para autosostenerte (ya que debes más de lo que tienes). Esta situación puede originarse porque tus ingresos no sean suficientes, o porque tus deudas sean muy elevadas.
Como dijimos antes, los activos corrientes son aquellos bienes que pueden ser convertidos en dinero con relativa facilidad, y los pasivos corrientes son las deudas que deberás pagar a corto plazo: puedes imaginar fácilmente que existe una obligada correlación entre ambos elementos de tu balance, ya que deberías disponer de los activos corrientes suficientes para satisfacer las deudas comprendidas en el pasivo corriente.
No todas las deudas conllevan las mismas consecuencias para nuestro bolsillo: de hecho, te darás cuenta de que no puedes comparar la deuda generada por la compra de una vivienda a la de los créditos al consumo. La mejor estrategia es liquidar cuanto antes las deudas con un tipo de interés muy elevado.
Aunque no puedan ser fácilmente convertidos en dinero líquido, los activos corrientes pueden funcionar como un efectivo colchón de seguridad ante hipotéticas situaciones de falta de liquidez o exceso de deudas en el futuro.
Si dispones de un histórico de balances, no dudes en contraponerlos para estudiar la evolución de tus finanzas personales: cómo ha variado tu patrimonio, qué deudas has contraído, cuáles has liquidado, qué activos has incorporado…
Hay veces que, hasta que no vemos plasmados todos los datos de una sola vez, no somos capaces de detectar lo que está pasando: en consecuencia, la elaboración de balances personales nos puede ayudar enormemente a planificar nuestra economía, dándonos una visión global que nos permita tomar mejores decisiones para lograr nuestros objetivos financieros.
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