El pasivo exigible de una empresa hace referencia a todos aquellos recursos que, dentro de su pasivo, se corresponden a deudas u obligaciones que tengan con terceros, es decir, sin incluir a sus accionistas. También conocidos como fondos o recursos ajenos, complementan a los fondos propios como fuente de financiación para la compañía, lo que los convierte en prioridad a la hora de liquidar el patrimonio social.
Se utiliza para dar financiación a las operaciones importantes de la empresa, apoyando grandes decisiones y haciendo posible la expansión y ampliación de la actividad de la compañía. Dentro del pasivo exigible podemos encontrar hipotecas, gastos acumulados, préstamos, cuentas por pagar… Además, también encontramos otras obligaciones con menos impactos como las facturas de proveedores.
A continuación veremos qué tipos hay y cómo se clasifican los pasivos exigibles, así como algún ejemplo que los represente dentro de una empresa.
Generalmente, los pasivos exigibles se suelen clasificar en dos grandes grupos, haciendo alusión al grado de exigibilidad que estos tengan frente a los terceros:
Dada su definición, es bastante común confundir los pasivos exigibles con los gastos que realiza la empresa. En términos contables, el gasto forma parte de la cuenta de resultados de la empresa, ya que engloba a todos los costes operacionales que tiene la misma. Por otro lado, el pasivo exigible forma parte del balance de situación, representando las deudas y obligaciones.
Los activos también forman una parte muy importante en el balance de todas las empresas, ya que engloban todas aquellas cosas que estas poseen, ya sean materiales (como locales, equipos informáticos, maquinaria) o intangibles (deudas por cobrar, patentes, licencias de uso, entre otros). Estos activos tienen una relación directa con los pasivos de la empresa, ya que se integran en una fórmula para obtener el patrimonio neto de la empresa.
Si cogemos todos los activos de la empresa y le restamos los pasivos, obtendremos el patrimonio, es decir, el valor total de la empresa habiendo descontado las deudas y obligaciones.
Pese a ello, la relación entre activos y pasivos va más allá, ya que las empresas deben equilibrar la balanza y no excederse en ninguno de los dos lados. Por ejemplo, si se da el caso donde una compañía tiene mucho más pasivo exigible a corto plazo que activo circulante (aquel que tiene mucha liquidez), es muy probable que se vean con altos problemas para afrontar los pagos en el corto plazo.
Si esta empresa tiene un déficit en sus activos a corto plazo, es probable que haya invertido más en su activo fijo (a largo plazo, como maquinaria o edificaciones), lo cual ha provocado que no tenga liquidez para afrontar sus pagos en el día a día. Por ello, es fundamental mantener el equilibrio y realizar inversiones a largo plazo, pero manteniendo activos a corto plazo que garanticen liquidez.
Muchas de las empresas, al recibir las mercancías de sus proveedores, no realizan el pago en el momento de la empresa, sino que reciben una factura con un plazo de pago para facilitar la entrega y agilizar los procesos. Por ejemplo, si un proveedor de bollería realiza una entrega a un hotel y emite una factura a 30 días, para ese proveedor la factura se considera un activo en su balance, ya que es dinero que recibirá pero no posee actualmente.
Por otro lado, la factura es considerada como un pasivo exigible para el hotel, ya que es una deuda que tiene con el proveedor y tendrá que saldar en algún momento determinado (en este caso, tendrá que pagarla en 30 días).
Dentro del balance de situación de las empresas, una de las partes clave es la del pasivo exigible. Tanto para obtener financiación como para operar en el día a día, todas las compañías sostienen deudas y obligaciones, ya sean a corto o largo plazo.
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