Si estamos en una lista de morosidad conseguir una financiación, un préstamo o un crédito, no es totalmente imposible pero sí es muy muy difícil.
Cuando un banco u otro tipo de entidad está decidiendo si nos concede financiación, es decir, si nos entrega dinero que tendremos que devolverle en determinadas condiciones y con determinados intereses, antes de hacerlo va a estudiar nuestra solvencia, lo que significa que va a estudiar si, con la información que tiene sobre nosotros, vamos o no a devolver ese dinero y a pagar los demás intereses y gastos.
Para saber si somos solventes se miran:
Este estudio de nuestra solvencia va a informar a la entidad que nos va a conceder el préstamos el grado de riesgo que suponemos para ella: siempre que se da dinero a préstamo existe el riesgo de no recuperarlo pero este riesgo puede ser muy pequeño o muy grande, en un préstamo hipotecario o avalado por un banco o alguien muy solvente el riesgo es muy pequeño, porque existen garantías a donde el financiador puede acudir para cobrar si no le pagamos, en otros casos el riesgo será mayor y, si tenemos un amplio historial de impagos en el pasado, el riesgo será muy alto.
Tener un riesgo algo puede suponer que nos denieguen la financiación que pedimos y, si nos la dan, nos van a cobrar mayores intereses para compensar este mayor riesgo.
Estas listas de morosos son empresas privadas que gestionan una fichero, es decir, una base de datos, de impagos que se han producido en el pasado.
Si dejamos de pagar una deuda: un recibo de un préstamo, una factura de un proveedor de servicios (son muy habituales, por ejemplo, las de telefonía) o el alquiler de nuestra casa, entre otros, el acreedor que no ha cobrado puede comunicar este impago a estos ficheros en los que figurará esta información, con las condiciones y tiempos que veremos en el punto siguiente.
Estos ficheros pueden ser consultados por entidades financieras que están estudiando concedernos financiación y, al ver la información de que hemos dejado de pagar en el pasado esa deuda, no es un dato que favorezca nuestra solvencia.
El fichero más utilizado y más conocido (aunque no el único) es el ASNEF-EQUIFAX, que registra las deudas con las empresas que se han adherido a él e informa a sus socios si existen registros de deudas impagadas. Existen otros ficheros como el CIRBE del Banco de España o el RAI.
Existen también ficheros sectoriales como, por ejemplo, el Fichero de Inquilinos Morosos donde figuran los que no han pagado su alquiler y tienen una sentencia de desahucio en su contra y puede ser consultado antes de alquilar un piso a alguien.
Esta información que es pública está limitada y regulada y, por ello, tenemos una serie de derechos frente a ella.
Su normativa se encuentra en los artículos 15 y ss. del REGLAMENTO (UE) 2016/679 DEL PARLAMENTO EUROPEO Y DEL CONSEJO de 27 de abril de 2016 y por la Ley Orgánica de Protección de Datos (Ley Orgánica 3/2018, de 5 de diciembre) que autoriza y regula este tipo de ficheros en su artículo 20.
Los datos se pueden mantener en el fichero sólo mientras la deuda siga estando impagada y durante un tiempo máximo de cinco años tras los cuales deberá borrarse de allí.
Estos ficheros no pueden ser consultados por cualquiera, el que pide la información debe ser, en primer lugar, cliente adherido al fichero y, además, debe tener una razón para consultarlo, es decir, estar estudiando un contrato de financiación con el afectado.
El afectado tiene los siguientes derechos:
Como hemos dicho al principio posible si es, pero no es fácil.
En el caso de financiación por entidades bancarias no hay ninguna posibilidad, porque los bancos no conceden financiación a personas que figuren en estos ficheros.
Otras entidades no bancarias como empresas de préstamos rápidos de Internet o financieras para compras a plazos, sí podrían llegar a prestarnos dinero aunque estemos en esos ficheros, normalmente hablamos de cantidades muy pequeñas y nos van a pedir garantías, avales, información de ingresos y de bienes, etc.
En estos casos no tienen por qué ser más caros los intereses que nos cobren, aunque este tipo de entidades no bancarias suelen cobrar más intereses que los bancos.
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